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En las ‘T-Dance’ actuales destaca la música electrónica.
Un té con marcha

Un té con marcha

Las 'tea dance' llegan a la Costa del Sol; un concepto de fiestas en la hora de la merienda procedentes de la Inglaterra victoriana y que la cultura moderna ha cambiado, aunque no por completo

Iván Gelibter

Martes, 28 de julio 2015, 00:49

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Todo comenzó donde suelen empezar las cosas; o al menos las que tuvieron su génesis en los últimos coletazos del siglo XIX. En algún jardín de cierta familia adinerada de Inglaterra, coincidiendo en tiempo con la colonización francesa de Marruecos, alguno de estos british de cuna y tradición decidió que era una gran idea hacer una fiesta en verano por la tarde. Una reunión de amigos y amigas en las que tomar el té de las cinco, charlar, pero sobre todo bailar. Era una cuestión que estaba más relacionada con la necesidad de no aburrirse, y para ello qué mejor día que realizarlas los domingos por la tarde, aunque más adelante, y debido a su gran popularidad, pasaron a formar parte de los planes de los sábados. Aquellas tea dance, como se les llamó desde el principio, comenzaron también a organizarse por los oficiales de la Marina Real que estaban a bordo de los buques en las diversas estaciones navales. Los gastos eran compartidos por el capitán y los oficiales, y tenían lugar en los barracones de los comedores en tierra.

Los refrigerios, por aquel entonces, eran el té y el café; helados, champán, fruta, sándwiches, pasteles y galletas. Incluso después de la introducción del fonógrafo, la música solía proceder de una orquesta en vivo o una pequeña banda tocando música clásica ligera. Los tipos de danzas sí estaban más que encuadradas, incluyendo valses, tangos y, a finales de la década de 1920, el Charleston. En los años posteriores, las tea dance se convirtieron en una referencia cultural común en la ficción británica y estadounidense de principios del siglo XX como un elemento básico de la alta sociedad. Los invitados normalmente asistían a estas recepciones durante su visita a ciudades turísticas, especialmente las costeras como Brighton, los Hamptons , Provincetown, o Ogunquit .

A principio de los años 70, y tras los sucesos ocurridos en Nueva York, en el Stonewall Inn, y que provocaron el inicio de la liberación del colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, parte de esta cultura relacionada con la alta sociedad anglosajona fue reinterpretada por este colectivo, adaptando la lectura tradicional de un evento a las necesidades y deseos más modernos. Este fue el caso de la transformación que vivieron también las tea dance, que pasaron de ser reuniones exclusivas en las que tomar el té y bailar lo más clásico del momento, a convertirse en multitudinarias fiestas en las que primaba la música electrónica, aunque nunca abandonaron el carácter amable de la hora en la que se celebraban, ni el componente ciertamente gastronómico que al fin y al cabo se traducía en divertidas meriendas en las que beber, comer y por supuesto alternar con personas conocidas y también desconocidas.

San Francisco, en California, y debido al título no oficial que ostenta como la ciudad más gay del mundo, fue la primera urbe que instauró este nuevo concepto en las discotecas y en los clubes de playa. De todos ellos, el I-Beam Nightclub que cerró sus puertas en 1994 fue el lugar más reconocido en el que se celebraban las tea dance más cool del mundo. Este club organizaba la I- Beam T-Dance, que se celebraba todos los domingos de cinco de la tarde a dos de la mañana . Los pases siempre gratuitos se entregaban de manera rutinaria en los barrios gay de San Francisco, forjando así el concepto moderno de relaciones públicas que buscaban clientes por las calles. Tim Rivers y Steve Fabus fueron los encargados de poner la música de 1977 a 1980, mientras que de 1980 a su fin en 1992 Michael Garrett fue el DJ residente que pinchaba música rock y pop de artistas como Madonna, Prince, New Order, The Cure, REM, Nine Inch Nails, Duran Duran o Depeche Mode. Garret, además, compartía cabina con DJs como Micheal Dinella y Jim Caldwell, que se dedicaban a crear los primeros remixes con un equipo de sonido que se hizo famoso en aquellos años. De aquello surgió la cultura de las T-Dance (pasaron a escribirse así), como algo esencial en el imaginario gay, y a día de hoy son habituales en lugares como la costa británica, Florida o Australia.

Málaga, como ciudad costera y evidentemente gayfriendly, era quizá uno de los lugares más idóneos para que este concepto aterrizara para quedarse. Sin embargo, no ha sido hasta este verano cuando ha llegado a la Costa del Sol, un lugar que cada vez con más frecuencia es elegido por el turismo gay como destino atractivo para sus vacaciones estivales. Antonio Domínguez aterrizó en el mundo de la hostelería hace algo menos de un lustro, y su figura, así como los negocios que tiene, son una referencia para los que consideran que la Nogalera, en Torremolinos, ha resurgido de sus cenizas al modernizar unas estructuras que estaban en decadencia desde hace varios años. El Edén Beach, en la playa del Bajondillo, ha conseguido mantener sus puertas abiertas durante todo el invierno, y para ello ha tenido que ir ideando nuevas ofertas a medida que avanzaban los meses. Esta cuestión ha provocado que haya sido él, y no otro, el que ha traído a la Costa del Sol por vez primera unas T-Dance que ya son un éxito cada sábado y cada domingo desde hace unas semanas.

«La cuestión es bien sencilla», asegura este empresario. «La música, que si bien es electrónica, es bastante más tranquila que en una noche de fiesta. La cocina sigue abierta varias horas después de comenzar la fiesta y el ambiente es variopinto». Esto quiere decir que si bien hay gente se lo toma como una fiesta más, hay otros que mantienen la mentalidad de que están aún en la playa en un día de descanso. Además de todo ello, una de las travestis más importantes de la escena española, Xenon Spain, convierte su personaje en una suerte de vigilanta de la playa, interactuando con los clientes con monólogos improvisados en los que siempre hay varios protagonistas con los que mantiene conversaciones singulares. En el fondo, el ecosistema social no es muy diferente al del resto de los días en época estival, pero sí que es un efecto llamada para los clientes. «Con tanta competencia hay que seguir ideando, y las T-Dance forman parte de la historia del ocio gay; al final era cuestión de tiempo que llegaran a Málaga», apunta Domínguez.

Desde que la campiña inglesa inventara este concepto hasta llegar a ser un cita imprescindible en las playas de Torremolinos han pasado muchas cosas. Sin embargo, la intención de pasar un rato divertido en la merienda del fin de semana sigue vigente. Quizá sea más complicado ahora encontrar alguien que pida té con pastas y baile el Charleston, pero la esencia veraniega de relacionarse un domingo por la tarde nunca ha dejado de estar presente.

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