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El relax es una de las señas de identidad del complejo marbellí de Los Monteros.
Constelación de estrellas

Constelación de estrellas

Hollywood siempre sintió predilección por Los Monteros, un lugar que atesora pequeños y grandes secretos tras sus puertas

MIGUEL ÁNGEL OESTE

Viernes, 22 de agosto 2014, 00:49

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La anécdota es conocida, pero no por ello pierde el encanto. El rey del pop, el hombre que deseaba ser blanco, Michael Jackson, se hospedó en el Hotel Los Monteros y cada día se disfrazaba con un modelo diferente para que no le reconocieran. Se disfrazó hasta de negro, el culmen de la contradicción. Lo que se conoce menos es que de madrugada salía de la Suite Real donde se alojó para caminar por los extensos jardines del hotel, posiblemente descalzo, encontrando el relax que es seña de identidad de este lugar inaugurado en 1962 con 35 habitaciones. La anécdota la relata Estefanía Varo, directora de Marketing y Comunicación, que a su vez se la ha contando Pepe Sánchez, que lleva allí 40 años como conserje, hasta que hace cinco lo ascendieron a jefe de Recepción y Conserjería. Así que vamos a buscarlo mientras recorremos este lugar por el que han pasado una amplia nómina de ilustres como Sean Connery, Deborah Kerr, Peter Viertel, Richard Harris, Shelley Winters, Richard Burton., o hace apenas unas semanas el reparto de la recién estrenada 'Los mercenarios 3', con Silvester Stallone a la cabeza. Y es que Hollywood siempre ha sentido predilección por la Costa del Sol y por este sitio que atesora pequeños o grandes secretos tras sus puertas.

«Los lugares más míticos fueron sin duda los hoteles y las urbanizaciones», escribe Juan Bonilla en su ensayo 'La Costa del Sol en la hora Pop'. A nadie extraña, por tanto, que fueran los principales artífices de convertir el sol, la fiesta y el descanso en marca y estilo. Y, Los Monteros, que se articula en torno a un impresionante patio andaluz, contribuyó a todo eso. Fue uno de los sitios en el que los extranjeros se encontraban en el paraíso, «donde había cincuenta tipos de ensaladas, mariscos que parecían recién inventados por un dibujante de Disney, y todo tipo de carnes y frutas», cuenta Bonilla en su libro; por algo El Corzo recibió la primera estrella Michelin a un restaurante hotelero; una tradición que aún hoy persiste, y que según afirma Pepe Sánchez empezó con Rafael de la Fuente, que fuera director en aquella época y luego director de otros hoteles de cinco estrellas y de La Cónsula. «Marbella pasó del pescado al turismo», zanja Pepe con una sonrisa.

A lo largo de los años el hotel tuvo que ampliarse hasta las 173 habitaciones actuales y, asimismo, las necesidades y la estética se han modificado en función de los tiempos. Como con los tiempos cambian los hábitos de los huéspedes: «Antes era raro que un huésped se bajara el equipaje», señala Andrés Peña, que lleva desde los 16 años trabajando como mozo de equipaje. Las historias y la fascinación por Los Monteros, que era un hotel de culto en la Inglaterra de aquella época, como explicó De la Fuente en alguna ocasión, llegó al escritor británico John Le Carré, que no paraba de hacerle preguntas. Pepe recuerda que: «A Le Carré le encantaba jugar al tenis y era un tipo muy divertido».

En 1965 se creó el club de playa La Cabane, pionero en la Costa del Sol y uno de los primeros del mundo. «La Cabane y Los Monteros van unidos. No se entiende uno sin el otro», afirma Estefanía. Lola Flores hacía las quedadas con sus amigos allí. Era el sitio en el que comenzaban las fiestas. El enclave de La Cabane es espectacular. Parece suspendido sobre el mar. Desde allí uno huele el salitre y siente el agua si hay viento. La decoración minimalista es elegante y a la vez sobria, lo que la hace menos ostentosa. En la entrada hay una recepción con dos chicas vestidas de blanco que te informan de todo. A la derecha de la recepción hay una tienda de ropa. Todo en La Cabane está pensado para el relax: su piscina, su fuente dando la bienvenida al Mediterráneo, las camas balinesas, las hamacas, las palmeras, la música de fondo, el restaurante a la izquierda con un buffet en el que hay desde arroz negro con bogavante hasta sushi, la zona VIP a la derecha, donde suelen refugiarse los famosos y donde la discreción es máxima. «Antes, cuando las fotos no estaban al alcance de todo el mundo con los móviles, era mucho más frecuente que las personalidades se dejaran ver en La Cabane», indica Estefanía. A La Cabane acceden huéspedes y no huéspedes, aunque los precios varían para unos y para otros.

«A finales de los años 70 era considerado el sexto mejor hotel de Europa», comenta Estefanía, que me enseña distintos recortes de prensa; Pepe agrega: «He vivido épocas doradas, pero ahora está mejor que nunca. El hotel ha resurgido». En ese momento, mientras conversamos, una pareja de huéspedes lo saluda y le agradece su gestión por solucionarle algún problema o alguna petición. Cuando se van, Pepe sigue contando la celebración de las Bodas de Plata del actor Ernest Borgnine (ganador de un Oscar por 'Marty') y su esposa Tova, que se hacían fotos con todo el que aparecía por allí, o la entrañable historia de una madre y su hija japonesa que sólo hablaban japonés y que al caer enferma no podían comunicarse, hasta que Pepe localizó a un vecino japonés y así pudieron averiguar lo que tenía. Historias y anécdotas. Y es que la empatía de Pepe, su trato afable, refleja desde los detalles que Los Monteros siga siendo uno de los mejores hoteles del continente. Porque como contaba Héctor Barbotta en SUR: «La historia de la Costa del Sol la cuentan los hoteles».

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