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Falsa identidad y risas

DAVID DELFÍn

Martes, 14 de febrero 2017, 01:09

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Vivimos una época en el que la suplantación es la consecuencia de la repetición de modelos y comportamientos que esta sociedad de consumo proyecta con afán de incidir en nuestra voluntad como hijos, como padres, como vecinos, como compradores unas falsas identidades que no lo son por ser fingidas, sino por haber sido aceptadas sin una reflexión previa la mayor de las veces. Los condicionamientos culturales, sociales y económicos de cada tiempo y lugar nos han definido, y lo que en muchos casos surgió como una simple variación (artística, intelectual, científica) acabó siendo el emblema de una generación; y lo que estaba ideado para cambiar el mundo acabaría en la papelera de la Historia.

Son muy pocos los individuos que tienen la posibilidad de cambiar lo que nos rodea, de protagonizarlo. La mayoría de nosotros únicamente tendremos acceso a incidir en las intrigas cotidianas donde habita lo trágico y lo cómico, lo aburrido y lo emocionante; situaciones en las que nos reconocemos y de donde, a veces, surge una risa que logra relajar la tensión y el peso de la vida. Por eso las coplas son más como nosotros.

La pluralidad tan cercana del actual infinito digital promueve a las falsas identidades. Y que hoy exista un patrón cultural andaluz denominado Carnaval cantando desde Huelva a Almería, que cuestione en voz alta y señale lo falso de cualquier identidad permite saber de dónde venimos y hacia dónde iremos. Unas coplas que al decirnos en qué nos hemos convertido, nos refieren ese conjunto de falsas identidades con las que disfrazamos nuestro ser cuando no es carnaval.

Nunca es fácil referir lo que nos está pasando y sus motivos. Y si lo autores de coplas, bajo la libertad que otorga reírse del mundo bajo un disfraz, nos relatan lo que hacemos y lo que somos ahora, no es para desvelar las falsas identidades con las que todos nos revestimos, sino para hablarnos de las personas (nosotros), y que aún las dificultades, deberíamos pelear con mayor ahínco por mantener un cierto grado de control y responsabilidad sobre los procesos de transformación con los que desde el poder social y/o económico pretenden manejarnos; una tarea que los andaluces del carnaval tienen hoy como una convicción, a menudo revelada entre sus risas y reflexiones cantadas.

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