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Antonio Carlos Rojas Gallego hizo un homenaje a las agrupaciones ‘clave’ del Carnaval de Málaga.
Érase una vez el Carnaval

Érase una vez el Carnaval

Antonio Carlos Rojas pronuncia un gran pregón que plantea como un cuento

Iván Gelibter

Domingo, 31 de enero 2016, 00:35

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Aquello comenzó casi como lo hace un cuento de Disney; o mejor aún, de los hermanos Grimm. Una voz en off, que adelantaba lo que iba a ocurrir. «Nada es lo que parece, la plaza de la Constitución se viste de oscuridad. Las bambalinas de un teatro se representan en el escenario, esos entresijos que solo están a la vista de unos pocos y que esa noche serán parte de todos los malagueños. Metáfora clara: mostrar las entrañas del teatro para contar una historia, la de ayer y la de hoy, la historia reciente de nuestro carnaval».

Así fue este inicio, esta declaración de intenciones de Antonio Carlos Rojas Gallego, pregonero del Carnaval de Málaga y figura clave del concurso malagueño, destacando por su importancia en esa comparsa de los Gallegos, cuya ausencia del certamen de este año se había notado, aunque la oportunidad del pregón permitió oír a Antonio Carlos de nuevo sobre unas tablas.

El hilo conductor era atractivo, de por sí. Una conversación entre el jefe de un teatro, el Cervantes, y uno novato que no sabe de la importancia de la final del concurso de agrupaciones, que se celebra esa misma noche. «Novato, hoy es la Gran Final y después de muchos meses de trabajo las comparsas, las murgas y cuartetos de tu ciudad ponen el broche final a su obra, al concurso. El Carnaval de Málaga es mucho más que un disfraz», explica con varios lustros de experiencia; pese a ello, al novato aún le cuesta entenderlo. «Te lo voy a resumir para que lo entiendas: son la voz de una de las fiestas más antiguas de nuestra ciudad. Son la banda sonora de febrero. Son creadores de coplas que a través de sus voces y de sus músicas cantan al pueblo lo que muchos otros no se atreven a decir o cantar».

Una obra de teatro que contaba un cuento, y al final de cada acto unas coplas a modo de moraleja, como esa que habla de la Semana Santa:«Toda España reconoce: como la nuestra ninguna. En la sangre la llevamos desde que estamos en la cuna. Cuando escucho una saeta, o una campana tocar mi alma se vuelve poeta y mi quejío cantar. El lunes sale el Cautivo, parece que lo veo andar, cuando cruzando el puente, sale de la Trinidad. El Rocío, el no va más. Parece al pasar un bello lucero la novia de mi ciudad. Por algo será la que yo más quiero. Malagueño de verdad, de Santo Domingo sale la Esperanza. La llevo muy dentro de mi corazón. Las demás, señores, no puedo olvidarlas. Me faltan palabras para realzarte, mi Semana Santa».

La presencia de Don Nadie

De año en año fue saltando, recordando los cuplés, pasodobles y popurrís que a su juicio definía mejor que nada qué es esta ciudad. Ahí salieron murgas como la del pariente, o esa comparsa de Don Nadie, que venció el año pasado llamando a una «revolución de las marionetas». Aunque como él mismo explicó, las personas son las que más sentido le dan al Carnaval. «El carnaval es más que una fiesta: es amistad, compañerismo y pasión. Es la fiesta del invierno cálido donde la cultura se hace canción, disfraz, atrezzo y forillo. Donde el pito de carnaval se hace sonar más fuerte para que tiemblen los corazones de los que lo escuchen. Malagueños, malagueñas: estamos en carnaval. Hay que disfrazarse y salir a la calle a cantar y yo que soy un carnavalero más no te voy a fallar a ti, mi sol, mi luna, a mi calita junto al mar».

Y una vez que terminó este pregón de Antonio Carlos Rojas Gallego, el carnaval callejero dio comienzo. Llega el momento de las calles, donde no hay ganadores ni perdededores. «Qué locura, qué espectáculo. Me has convencido, el carnaval es el mayor teatro del mundo y esta lección de hoy no la olvidaré jamás».

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