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Antonio Maíllo, en su regreso al Parlamento andaluz.
«En la experiencia bellísima de mi vuelta al Parlamento percibí mucha sinceridad»

«En la experiencia bellísima de mi vuelta al Parlamento percibí mucha sinceridad»

Antonio Maíllo, coordinador de IU-CA. «La política no puede dar solo el lado oscuro, agrio, arisco, nos hace daño incluso a los participantes de esa liturgia»

Lalia González

Domingo, 17 de abril 2016, 00:50

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Vuelve poco a poco a la actividad, según el cuerpo le admita los ciclos de quimioterapia, que deberá recibir hasta agosto. Si siempre fue un político atípico, humanista, ahora Antonio Maíllo luce en toda su profundidad y sabiduría. Su experiencia, su valor al afrontar el cáncer dan una dimensión preciosa a su personalidad y a su visión de lo público como un territorio de lo humano. La nueva política debería ser esto.

¿Cómo ha cambiado su percepción de la vida y de la política en estos meses?

Cuando uno está un día en un mitin por la mañana y por la noche le dicen que lo más probable es que tenga un cáncer de estómago, evidentemente eso provoca un cambio en la vida y en sus órdenes, en este caso también la política.

Empecemos por la vida.

Modifica tus prioridades. Tengo que decir que cada día que pasa en esta nueva etapa es una lección que me dan los demás y que yo mismo me descubro dándomela. La política es una de las actividades de la vida, pero no la única.

¿Y ha variado su relación con ella?

No cambia en cuanto a lo que uno piensa, sino en cómo afrontar de una manera más amable, no diría más humana porque la política es tremendamente humana, para bien y para mal, sino más tierna. Nos endurecemos tanto. Nos vinculamos a unos valores deformados de la propia complejidad de la vida, como la infalibilidad, la invulnerabilidad, la dureza, la ausencia de sentimiento. Eso no forma parte de la vida, es una deformación, en nuestra vida cotidiana no es así, tampoco de los que estamos en política. Hay que impregnarla de la complejidad, de lo poliédrico de la vida. La política no puede solo dar el lado oscuro, agrio, arisco. Nos hace daño incluso a los participantes de esa liturgia.

¿Ha vuelto más sereno o más impaciente, rabioso contra las pequeñeces que se tratan como montañas? En la política y en la vida.

Me gusta estar conectado de la vida, no desapegarme. Cuando tiene uno una experiencia como esta afronta las cosas con más serenidad y con un intento de que lo que estás sintiendo se proyecte en ti y en los demás. En la experiencia formidable, bellísima, de mi vuelta al Parlamento, percibí mucha sinceridad. La fuerza emocional que tuvo aquel recibimiento fue la sinceridad que percibía. Creo que con esa actitud al menos conseguimos que ese fuera un día en que la gente se impregnó de otra forma de relación. Yo creo que no fue menos Parlamento. Fue más. Más conectado con la sociedad. Si podemos contribuir a eso me daría por satisfecho.

¿Por qué ha vuelto a la actividad en vez de esperar a terminar con calma el tratamiento?

Me lo estoy tomando con calma. Mi cuerpo es el que manda. De hecho ese día no decidí ir al Parlamento hasta la propia mañana. Igual que esta entrevista. Vivo el presente, literalmente. Dosifico el esfuerzo. Mi incorporación es puntual y muy condicionada al ciclo. Cuando estoy en él no tengo actividad alguna, lo dejo para lo que llamo la semana de tregua. Viene bien que lo que prevalezca sea el cuerpo, con la disciplina de evitar situaciones de estrés.

Recuerda, cuerpo, dice Kavafis, que le ha acompañado en su convalecencia

Los clásicos para mi son mis cimientos. Me sirvió mucho Kavafis y Emilio Lledó, el sabio que no aprovechamos en Andalucía, una persona con tal pasión, con tal honestidad intelectual, que forma parte de lo mejor del patrimonio andaluz. Que lo tenemos ahí vivo y en plena actividad intelectual. Me ayudó su libro sobre el epicureismo, que es un estudio formidable.

Y también leyó a Pamuk, que dice que la vida no puede ser tan mala si uno puede pasear a las orillas del Bósforo.

Por ejemplo. Son autores de lectura reposada, que era lo que necesitaba. La lectura me está salvando, porque en el fondo aún no estoy tan fuerte como para escribir o desarrollar una actividad que suponga un esfuerzo intelectual de creación mayor. Sigo las recomendaciones de los propios oncólogos, que hablan de que la compatibilidad en la medida que el cuerpo lo permita es beneficiosa, para no estar obsesionado pensando en el efecto secundario que te va a tocar. Esa armonía en relación con tu actividad, sin que te estrese, es buena. Porque cuando uno está mal, vulnerable, aspira a estar a cero. Levantarme, desayunar con placer, sin dolores.

Ha hablado incluso de religiosidad, de una especie de espiritualidad laica. Leí el otro día que en las trincheras no hay ateos. ¿Cómo lo ve?

Recibí un mensaje de un amigo que decía que lo había afrontado con un estoicismo alegre, que es casi un oxímoron. Pero bueno. A veces se sorprende uno de la capacidad del ser humano, de la mente humana, para afrontar estos retos de la manera más insospechada. Cree uno que no será capaz de asumir estas situaciones, pero aparece una fortaleza que pensaba que no tenías. La espiritualidad no es más que acudir a lo que tienes, que es tu esencia como ser humano, tu potencialidad sensorial, emocional. Al fin y al cabo podríamos decir que la espiritualidad está en nosotros.

¿Contarlo le ha ayudado? ¿qué ha recibido?

Mucha empatía, y eso es señal de sociedad sana. La gente se identifica de verdad con el dolor, se acerca, cuenta sus cosas. Una señora me habló de una cuñada que tuvo un cáncer y no hablaba de la enfermedad. Todos lo sabían, pero había un bloqueo que se añadía al sufrimiento.

¿Cómo gestionó el lenguaje?

Me costaba al principio, parecía como si tuviera unos atascos en la parte emocional, como dentro del cuerpo, que de pronto se desbloquean, como si se diluyeran. Dices cáncer-cáncer-cáncer y lo neutralizas. La mujer del kiosco de mi barrio me preguntó. «¿Que te ha pasado?». Y le contesté: «Pues mira, un cáncer de estómago». ¡Y se me puso! «Pero estoy bien». La gente se adapta, ve que lo cuentas con naturalidad y se incorpora a ese proceso. Me han escrito amigos con su dolor, «vamos a vencer esta maldta enfermedad» y no me identifico con esas palabras. Forma parte de la vida y ya está. Los momentos más complicados son cuando me siento mal físicamente. Estoy aprendiendo mucho.

¿Por ejemplo?

Es vida. Confío en salir bien, pero forma parte de la vida. Esta entrevista, ahora mismo, para mí es maravillosa, pero antes formaba parte de la rutina. He sentido que he estado muy desconectado. Hay una anécdota curiosa: la de veces que no me he duchado. Que me he duchado pensando en qué iba a decir, qué reuniones tenía, que me supiera bien las preguntas... al final no me había dado cuenta de que había recibido el agua, el acto tan hermoso de sentir el agua caliente sobre el cuerpo, disfrutarla. Estoy conectado al presente. Ahora mismo para mí lo más importante es estar contigo aquí y vivirlo.

Se ha impuesto el político doberman. Su llamada a la ternura ¿quién la escucha?

Pero es que no desmerece. El día de mi vuelta al Parlamento, que fue tan emocionante, sentí que yo podía influir en el resto. No desmereció que la gente fuera más suave. Al siguiente pleno las preguntas fueron educadas, pero hay prensa que te pide sangre. Nos pusieron verdes por hacer preguntas así.

Es como un círculo vicioso

Totalmente. Y nosotros somos las principales víctimas de esa historia, porque nos afecta enfrentarnos con gente que también padece y siente. Gestionado de otra forma está muy bien.

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