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Un obstáculo de 27 años
sociedad

Un obstáculo de 27 años

La nueva novia de Cayetano Martínez de Irujo es una nadadora campeona del mundo. Melani Costa quería ser médico pero la competición la absorbe

FERNANDO MIÑANA

Sábado, 19 de abril 2014, 11:01

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En unas migrañas, unas molestas migrañas, está el origen de Melani Costa. Las sufría su madre, Felicitas Schmid, una joven alemana que vivía en Bonn. Un verano, cuando tenía 21 años, su familia decidió viajar a Palma de Mallorca para buscar un alivio en el Mediterráneo. Ya en el taxi, rumbo al hotel, sintió que aquel era su lugar, un pálpito que aumentaría días después, cuando conoció a Eugenio, el hombre que, al terminar el verano, todo añoranza, viajó hasta Alemania, se plantó por sorpresa en casa de los Schmid y pidió la mano de Felicitas.

El tiempo corre y el ciclo de la vida va recolocando a unos y a otros. Felicitas está algo sorprendida por el revuelo que ha provocado otra relación pasional, la de su hija Melani Costa con el jinete Cayetano Martínez de Irujo. La nadadora tiene 24 años. El conde de Salvatierra, 51. Un abismo de 27 años les separa, pero la chispa ha saltado y poco les importan los fríos números que nada saben del amor.

Melani Costa (Palma de Mallorca, 1989) ya se tiraba al agua sin manguitos a los dos años. Y a los cuatro, como es habitual entre aquellos que viven en una isla, donde el peligro del agua es inherente, sus padres la apuntaron a unos cursillos de natación. La afición se afianzó a fuerza de acompañar a su madre en los viajes que, seis días a la semana, hacía de Palma a Calvià y de Calvià a Palma, 20 kilómetros al ir y otros 20 al volver, para llevar al mediano de los hermanos, Tino, a entrenar.

Aquella niña luce hoy dos tatuajes en uno en su muñeca derecha: bajo los aros olímpicos, entre seis gotas de agua, dos inscripciones, Beijing08 y London12. El sello de su pedigrí. Aunque los Juegos de Londres fueron algo crueles. Dos novenos puestos. La peor posición, quizá, pues deja al nadador a las puertas de la final y de la beca ADO con la que abonar otro ciclo olímpico.

La mallorquina no se ablandó por este contratiempo. Apurando el esperado 2012, en los últimos largos del año, se proclamó campeona del mundo en piscina corta en Estambul. El grito de Felicitas aún resuena en la isla. Más silenciosa, pero más honda, fue la emoción que le recorrió el espinazo cuando vio que la joven le dedicaba el título. «Mamá, te quiero», exclamó ante la cámara.

Esta campeona es la nueva novia de Cayetano, un personaje que también ejerce como presidente de la Asociación de Deportistas, un terreno, como ante los obstáculos a lomos de sus caballos, en el que se siente infinitamente más cómodo que en los encuentros indeseados con paparazzi y cazadores de frases para los programas del corazón.

Melani no nació campeona. Antes de palpar el oro dio mil tumbos. Desde que ganó su primera competición con ocho años, una carrera de 50 metros que disputó por la calle 1 enredada en un manojo de nervios, ha ido de aquí para allá. Siempre persiguió la excelencia, la gloria que decía valer y que provocaba antipatía en su entorno. Costa no maneja demasiado bien la mano derecha. Como cuando, harta de falsos disimulos, declaró abiertamente que ella y la mejor nadadora española de la historia, Mireia Belmonte, no se llevaban bien. Una bomba entre corcheras. Y justo después de aquello, fruto del destino caprichoso, les tocó viajar juntas varias semanas durante las pruebas de la Copa del Mundo. Fueron días tensos en los que dormían, una cama al lado de la otra, bajo el mismo techo.

La nadadora se formó en el Centro de Tecnificación Balear con Rafa Huete, el técnico con el que alcanzó Pekín. Unos Juegos demasiado lejanos para los Costa, que no podían permitirse el viaje y que, a cambio, se compraron el último modelo de televisión plana para ver a Melani. Luego, siempre procurando mejorar, lo intentó en la Universidad de Florida, en el grupo de entrenamiento de Gregg Troy, toda una institución en la natación con 68 olímpicos.

Allí comenzaban el día a las seis de la mañana corriendo mientras cantaban como si fueran marines. Costa, muy buena estudiante, aprovechó para matricularse en Medicina, su otra aspiración en la vida. Pero la natación era incompatible con tanto libro y a su vuelta a Madrid inició Fisioterapia. Ahora está en el CAR de Sant Cugat con otro entrenador, pero esta semana está disputando el Open de Palma, donde todos cuchicheaban sobre su relación con el hijo de la duquesa de Alba.

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