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El Rocío
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Entre la fiesta y la devoción, el camino de El Rocío recibe cada año a cerca de un millón de personas

Antonio Garrido, Alberto Gómez y Alejandro DÍaz

Miércoles, 31 de julio 2013, 12:57

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Mitad fiesta, mitad devoción, el pedregoso camino hasta El Rocío congrega cada año a cerca de un millón de participantes. La religiosidad y el característico hedonismo andaluz, ese que convierte cada acontecimiento en una ocasión festiva, se unen durante la mayor manifestación romera española, con más de cien hermandades y siete siglos de historia. La peregrinación hasta la ermita de la Virgen de El Rocío, situada en la localidad onubense de Almonte, comienza cincuenta días después del final de la Semana Santa, en Pentecostés. Es el momento de la romería, el polvo levantado tras cada pisada, los carros enganchados a los coches de caballo.

La llegada a la aldea de El Rocío está precedida de un camino hermoso y complejo que incluye parte del parque natural de Doñana. Después, los alomonteños saltan la reja del interior de la ermita para sacar a hombros a la Virgen, conocida como la Blanca Paloma, para procesionaria por las distintas filiales de las hermandades presentes. Es el momento de mayor emoción, con el rezo de la Salve y las peticiones de los romeros a la imagen.

La romería, cuyos orígenes se remontan a la primera mitad del siglo XIV, recibió la visita de Juan Pablo II en 1993. Fue uno de los momentos álgidos de una tradición repleta de particularidades estéticas y culturales. Al colorido de los trajes flamencos y la camaradería que desprende el camino, a la exaltación religiosa y el barroquismo de los carruajes, se suman dos conceptos, el nomadismo y la teatralidad, enraizados en la historia de Andalucía. Todo ello, junto a la organización del camino forma de desplazamiento, víveres, alojamiento nocturno hacen de El Rocío una fiesta única en toda Europa.

La tradición marca el modo clásico de hacer el camino, a pie o a caballo, como ya avisa la sevillana: «El que quiera ir al Rocío / que vaya por las arenas / o vaya a ser tan malaje / que vaya por carretera». Sin embargo, cada vez es más frecuente que los romeros opten por coches y caravanas. La nota negativa llega de la mano del aumento de la contaminación, los ruidos y los daños al entorno natural, que ponen en peligro la romería. Sea como fuere, cada Rocío hay un denominador común: la tristeza cuando llega el momento de regresar a casa.

A pie, a caballo, en carretas... o hasta en BMW

La tradición dicta que el camino de El Rocío ha de recorrerse a pie, en caballo, en carreta o en magníficos carros de coches de caballo engalanados para la ocasión. Sin embargo, cada vez son más las personas que deciden realizar el trayecto en vehículos motorizados. La mayoría de ellos son todoterrenos preparados para las calzadas traicioneras que trufan el recorrido, pero por el corazón de Doñana pasan cada año todo tipo de coches. Desde el BMW menos adecuado para los caminos sin asfaltar propios de El Rocío hasta camiones procedentes del rally París-Dakar. Los más devotos ya han puesto el grito en el cielo contra lo que juzgan una banalización de la romería, a la que consideran una manifestación de religiosidad convertida para su desgracia en una feria ambulante. Por su parte, el Consejo de Europa ha avisado que de Doñana corre el riesgo de perder su Diploma de Calidad de Espacios Protegidos si no se reduce el impacto medioambiental que esta fiesta tiene en el parque natural más popular de Andalucía.

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