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ANTONIO JAVIER LÓPEZ
Lunes, 25 de julio 2011, 12:01
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Vive donde nació. En una ciudad que es un cruce de caminos. Geográfico y cultural. La ciudad del viento. Tarifa. A medio camino entre la calidez del mar y la bravura oceánica. Entre Oriente y Occidente. Y eso marca. Se filtra en la manera de pensar, de sentir, de mirar. Y así, en sus cuadros conviven Adonis y las esteras chinas, Troya y las lámparas de papel japonés, el zen y Walt Disney.
Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) ha convertido la mitología en una de las claves de una producción intensa y extensa. Una trayectoria mantenida con voluntad férrea al margen de las modas, aunque él mismo y su obra se erigieran en faro y emblema de aquella Nueva Figuración que marcó la pauta del arte español en los 80. Pérez Villalta ha seguido a lo suyo. Con sus libros. Su pintura, tal mal vista por algunos gurús de la modernidad. Y el fruto de su trabajo reciente se expone ahora en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga (CAC Málaga). 'Las metamorfosis y otras mitologías' se titula el montaje, con 42 pinturas y 22 dibujos, en cartel hasta el 9 de octubre.
«Mis cuadros están hechos para una contemplación lenta», advierte Pérez Villalta, que pinta «como quien escribe un ensayo». Porque sus cuadros quieren «contar historias». Y así, el espectador debe detenerse ante ellos. Tomarse su tiempo. Y quizá, por ejemplo, descubrir en esos lienzos la herencia del arte europeo de los últimos tres siglos. Del Barroco, sobre todo. Del Romanticismo, también. Con esas claves, el visitante podrá advertir las reminiscencias de Van der Weyden en 'Vida (Descendimiento)' (2004-2005), a Tintoretto o Rubens detrás de 'El origen de la Vía Láctea' (2007) o a los maestros antiguos, revisados en el tema clásico de 'La lucha' (2008), aquí emparentado con el geometrismo de Palzuelo. Merece la parada, sobre todo, la sala dedicada a los dibujos inéditos, donde el espectador puede apreciar el proceso de creación del artista, siempre complejo y polisémico. Siempre revelador.
Una carga simbólica, histórica y metafórica cuajada en los cuadros de Pérez Villalta, que no se anda por las ramas a la hora de valorar el arte actual: «Cuando la vanguardia se convierte en ortodoxia, deja de tener sentido». Y acto seguido, lamenta el carácter «dictatorial» de casi toda la plástica contemporánea, sometida a los deseos e influencias de comisarios, críticos, bienales, revistas y demás cenáculos del poder y el dinero. Si es que no son la misma cosa. Pérez Villalta contempla todo eso con la curiosidad de un investigador. Lo asimila. Lo deja a un lado. Y sigue su propio camino. En busca de la belleza.
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