Borrar
MÚSICA

Mónica Naranjo: «Ahora ya no sacrifico ni un momento con mi hijo por trabajo»

«Perdí completamente el control de mi vida, dejé de vivir», reconoce la artista, tras siete años «autoexiliada» del mundo de la música La cantante actúa el jueves en el Teatro Cervantes

REGINA SOTORRÍO REGINA SOTORRÍO rsotorrio@diariosur.es

Lunes, 7 de diciembre 2009, 12:26

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cuanto más alto subía su carrera, más caía ella. «Perdí el control de mi vida, dejé de vivir». Un compromiso tras otro, un viaje tras otro y estrés, mucho estrés. «Había que parar». El paréntesis duró siete años, «mis mejores años». Recuperada la ilusión y las ganas, Mónica Naranjo renació el año pasado con 'Tarántula'. Para 2009 reservó su última locura: interpretar sus grandes éxitos con la compañía de una orquesta sinfónica. El resultado es el disco y DVD -que acaba de salir a la venta- 'Adagio' y la gira del mismo nombre que el 10 de diciembre sube el telón del Teatro Cervantes. Todas las butacas están ocupadas. Y eso que la más barata cuesta 22 euros.

-En Adagio Tour le acompaña una orquesta. ¿Necesitaba volver a sus orígenes, a la música clásica?

-Sí, era necesario. Es que al final todas las cabras tiramos al monte.

-¿Nunca se planteó hacer ópera?

-No, eso queda muy lejos de mi alcance ¡por Dios! Eso es para los grandes, yo sólo soy una aficionada. Todavía me queda mucho por aprender. Después de casi 20 años de trabajo, creo que cada día sé menos.

-Ha experimentado en su propia vida que el dinero y la fama no dan la felicidad...

-No, dan muchos problemas.

-¿Cómo se explica? Muchos sueñan con tener lo que usted cosechó.

-Yo lo soñé también durante toda mi vida. Soñé con poder realizarme algún día como artista, lo que pasa es que hay varios caminos de realización y a mí me tocó uno bastante chungo y a una edad muy temprana. Todo vino de golpe, y habrá quien diga «¡coño!, al menos te vino!» y tienen razón. Me siento muy bendecida por ello, pero si tú no controlas...

La trampa del trabajo

-¿Sintió que perdía el control?

-Lo perdí completamente. Mi carrera seguía viento en popa, pero perdí el control de mi vida, que es mucho más importante. Dejé de vivir. Tuve que aprender a vivir otra vez, y eso es muy triste. Hay muchísimas personas que cometemos el error de pensar que el trabajo es lo más importante, que es lo único que va a ser fiel a nosotros; pero eso es una trampa.

-¿Ocurrió algo para que dijera «hasta aquí hemos llegado»?

-La monotonía, el exceso de trabajo, el estrés, el acabar un proyecto y estar pensando en otro. Yo soy una persona que, para bien o para mal, los trabajos me los he currado yo. Yo no soy intérprete, yo no me siento a cantar canciones de otros, ni a defender proyectos de otros: yo hago mis canciones y mis producciones. Todo lo reviso. Y llega un momento en el que te agotas, y cuando hay un 'clic' mental en la cuestión emocional es muy difícil recuperar esa ilusión para seguir adelante. Hay que parar.

-¿Llegó a arrepentirse de escoger esta profesión?

-Arrepentirme no, porque entonces estaría echando a la basura un montón de años. Rectificar es de sabios. Para mí el pasado está para aprender y para saber qué es lo que no debo volver a hacer para poder, otra vez, disfrutar de mi trabajo. Yo, ahora mismo, no cambio mi vida familiar por el trabajo, no sacrifico ni un momento con mi hijo por trabajo. Ya no.

-¿Qué queda de esa jovencita con el pelo de dos colores?

-Desgraciadamente, poquito. Me gustaría seguir siendo esa persona inocente, un tanto ignorante en cuanto al trabajo y a la vida en sí. Me encantaría poder tener esa clase de ignorancia para sentir que todo está bien y que todo va a seguir bien, porque a veces el ser ignorante también te da esperanzas.

-De no haber sido cantante, ¿qué camino hubiera escogido?

-Mi vocación ha estado vinculada toda la vida a la música, pero también me encantaba la especialidad de Tocología. Lo que pasa es que yo venía de una familia súper humilde y mis padres no iban a poder costearme la Universidad. Todo era muy complicado y tiré por otro campo que se abrió antes.

«Soy una luchadora»

-Parece una mujer fuerte, con carácter y provocativa, ¿es una imagen equivocada?

-Soy una luchadora, pero como tantas mujeres actualmente. No soy una persona que me guste quejarme, creo que eso no es bueno. Y tampoco me gusta ir de víctima porque yo no soy víctima de mis actos. En todo caso, he podido ser víctima porque en algún momento me hayan engañado y haya confiado en la persona inadecuada, pero me sirve para aprender a ser un poco más desconfiada. Tengo mis momentos de debilidad, pero me duran cinco minutos, me levanto enseguida. No dejo que mi mente y mi cuerpo se abandonen.

-¿Cómo se lleva ser madre de un adolescente?

-Mucha gente me dice: «¿cómo puedes llevar un trabajo como este y la educación de un adolescente?». Pues muy sencillo, porque tengo un hijo que es un tipazo, que me ha hecho siempre la vida fácil. Ha sido como esa luz que en los momentos de máxima desesperación nos regala el que está arriba... El secreto está en tener un hijo cojonudo.

-¿Es de las que son amigas además de madres?

-Totalmente. Hay que ser la máxima confidente y el gran pilar de los hijos. Yo me considero también una madre cojonuda: mi hijo, de 17 años, me cuenta sus cosas más íntimas.

-Pero luego cuando hay que regañar...

-Yo a mi hijo no le regaño. Yo con mi hijo, desde que era pequeño, hablo. Con él me he pasado toda la vida hablando. No te puedo negar que a veces no haya tenido ganas de darle un grito, que alguno le he dado...

-¡Y además con su vozarrón!

-(Risas) Yo creo que el pobre se ha portado bien toda la vida por eso, pensando: «Mi madre me rompe los tímpanos». Creo que no deberíamos tener esa imagen tan militar con los hijos, los niños son niños.

-¿Volverá a tomarse otro respiro?

-No lo sé. Si sintiera otra vez la presión y el sin vivir que un trabajo como este acarrea a veces, no dudaría en absoluto en volver otra vez a autoexiliarme. Los siete años que he estado exiliada han sido los mejores de mi vida.

-¿Y qué ha descubierto?

-Cosas maravillosas como pasear por la playa, irme a la montaña, aprender a cocinar en escuelas... Si algo tengo clarísimo es que las cosas más simples de la vida son las que más felices nos hacen. A mí no me hace feliz un coche nuevo, me da igual; ahora, sí me hace muy feliz hacer una comida familiar y ver cómo disfruta comiendo mi hijo.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios