Borrar
«Mi misión es estar al lado del que tiene muy pocos ratos de alegría»
FABIÁN GARCÍA DIÁCONO PERMANENTE MÁS VETERANO DE ESPAÑA

«Mi misión es estar al lado del que tiene muy pocos ratos de alegría»

A sus 72 años, este cartero jubilado presta su apoyo a los más necesitados desde hace casi tres décadasAhora ejerce su labor en Parcemasa, sin perder la sonrisa y sin dejar de ser esposo, padre y abuelo

M. CARMEN ESPAÑA

Jueves, 22 de octubre 2009, 10:56

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Con casi tres décadas al servicio de la Iglesia y de los demás, Fabián García es el diácono permanente más veterano de España. Nacido en Pozoblanco (Córdoba) hace 72 años y afincado en Málaga, este hombre humilde y de buen corazón es cartero jubilado, esposo, padre, abuelo y bisabuelo. Pero también es el apoyo de todo aquel que sufre, ya sea en una parroquia, en la capellanía de la cárcel o en el cementerio.

¿Por qué decidió ser diácono?

No lo decidí, lo decidieron. Me lo propuso don Ramón Buxarrais Ventura, entonces obispo de Málaga. Yo llevaba veinte años casado, tenía cinco hijos y trabajaba como cartero. No lo vi muy claro, pero hasta que no caí, no me dejó.

¿Por qué cree que se lo propuso?

Buscaba gente con valores y no sé por qué se fijó en los míos porque son muy normalitos (risas). Sería porque estudié con los Salesianos y porque colaboré en la creación de un salón para la juventud en mi barrio (Bonaire). Además, fui uno de los vecinos que ayudó a comprar el local donde montamos la primera iglesia de la zona, que estaba justo debajo de mi balcón.

Ya estaba vinculado a la Iglesia desde antes.

Sí. A los once años, los Salesianos me metieron una dosis en el corazón que todo lo que oliera a Iglesia me atraía. Sobre todo, el tema de ayudar a las personas con problemas de drogas y a los jóvenes.

Entonces, ¿en qué cambió su vida cuando se ordenó?

Cambió mi compromiso con la Iglesia. Tuve la obligación de predicar el evangelio y de vivir más conforme a él.

¿En qué consiste ser diácono?

Nuestra misión es vivir con cariño e ilusión y estar al lado del que sufre, del currante y de aquel que tiene muy pocos ratos de alegría.

¿Y cómo lo perciben los fieles?

La Iglesia nos acepta a rabiar. Además, somos más cercanos, tenemos una familia y los mismos problemas que cualquiera.

¿Y su familia?

Los míos me han ayudado al máximo, sobre todo mi mujer. Siempre hay una mujer de bandera detrás de un hombre (risas).

¿Fue difícil ser cartero, esposo, padre y diácono a la vez?

No hay nada difícil. Sólo hay que vivir feliz cada momento y punto. Es la primera obligación como cristiano y como ser humano. Y quien no lo haga así está equivocado.

¿Creo que hoy se es menos feliz que antes?

Claro que sí. A la juventud le hemos dejado un agobio de hipotecas y de trabajo. Pero no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. Todo el que haga su vida de la grandeza y del mandato, felicidad va a tener poca.

Ahora ejerce su labor en Parcemasa, allí es difícil ser feliz.

Son momentos muy difíciles de asumir por los familiares, a no ser que tengan una fe profunda. Lo que más ayuda es la comprensión, el silencio y la escucha. Me han pasado cosas muy difíciles allí, pero Dios te da entereza cuando vas en su nombre.

¿Cuál ha sido el momento más emotivo?

Los momentos más bonitos que yo he vivido y los que me tienen en pie es cada vez que un drogadicto ha recuperado su vida con mi torpe y poca ayuda.

Bautizar y casar también debe de ser muy bonito.

He tenido la alegría de bautizar a mis nietos y de casar a algunos de mis hijos. Todo queda en familia (risas). Es muy bonito, lo que pasa es que muchas veces se casan por la Iglesia por costumbre o porque la abuela se enfada (risas).

¿Cree que hay falta de fe?

Hay falta de formación. Para ser cristiano hace falta conocer a Cristo por medio del evangelio y eso no ha calado.

¿Y de vocaciones?

De curas, sí. De diáconos, no. Los jóvenes de hoy son muy inteligentes y temen vivir la soledad del cura. Si bien, creo que un diácono se debe ordenar para una misión concreta y eso para un obispo tiene que ser difícil. Pero si se hiciera una labor de las vocaciones diaconales, sobrarían. Creo que somos necesarios en muchos lugares, como en las casas de acogida, en los hospitales o al lado de las personas mayores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios