Borrar
DEFENSA PERSONAL

Foxá prohibido

JUAN BONILLA

Domingo, 18 de octubre 2009, 03:43

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

EL primer libro de Agustín de Foxá se titula La Niña del Caracol y lo publicó en 1933 Manuel Altolaguirre, que además le puso un prólogo en el que valoraba especialmente que algunos de los poemas del libro pudieran ser considerados anónimos, escritos por el pueblo, o sea, por cualquiera. Es un libro con un encanto menor, musical y apacible. El gran libro de Foxá es del año 36, se titula El toro, la muerte y el agua, lleva un prólogo de Manuel Machado y esta dedicatoria: «A Antonio Machado, con fervorosa admiración y afecto». Hay en ese libro una rara mezcla del poeta tardomodernista que gustaba de ser Foxá, con el poeta absolutamente novedoso que a veces se atrevía a ser, con poemas tan impresionantes como 'Lo inútil', o el siniestro 'Hay algo': «Hay algo/ peor que las culebras y la lepra./ Son los días tediosos/ o las conversaciones/ con huesudas mujeres enlutadas/ de tíos, primos y demás parientes...». Un tono que inaugura una época que está por llegar: el tono conversacional que caracterizará primero a la poesía de los cincuenta, y más tarde a la poesía de la experiencia. Tampoco renuncia en este libro a alguna de las conquistas de las vanguardias: unas cuantas gotas de surrealismo dan aroma a todo el libro, uno de esos libros que justifican a un autor.

Foxá escribió también una novela legendaria: Madrid, de corte a Cheka. Tengo la primera edición. En su lomo puedo ver desde aquí el yugo y las flechas de la Falange. La novela es excelente. Retrata los prolegómenos de la Guerra Civil y el Madrid convertido en ciudad sitiada en la que, en cualquier edificio del gobierno, se abría una cheka de donde sacaban a culpables e inocentes para darles el paseo hasta una cuneta de las afueras. Está escrita a la sombra de los esperpentos de Valle Inclán: Foxá se proponía hacer unos particulares episodios nacionales, cuyo segundo capítulo, Salamanca: Cuartel General, no llegó a terminarse. Aparte de estas obras mayores que he citado, Foxá destacó por el ingenio y la cultura de sus artículos, y por sus cuentos fantásticos, reunidos en el volumen Misión en Bucarest, en el que hay un relato maravilloso sobre el tiempo.

¿Y a qué viene todo esto de hablar de Foxá -personaje que además dejó algunas anécdotas sabrosas, como esa en la que decía «no poder perdonarle jamás a los comunistas que le hubieran obligado a hacerse falangista»? ¿Se cumple algún aniversario? ¿Se han editado sus Obras Completas en una editorial de postín? No, nada de eso: se habla de Foxá porque hace una semana, unos fans quisieron dedicarle un homenaje, pidieron una sala al Ayuntamiento de Sevilla, se les concedió, y cuando fueron a celebrar el homenaje, se encontraron con que la sala se les había cerrado «en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica que prohibe los homenajes a las figuras del franquismo». «Era un fascista»" -ha dicho uno de Izquierda Unida cuyas lecturas no le alcanzan para haber aprendido que en Literatura los adjetivos deben importar menos que los sustantivos, que en el sintagma 'poeta surrealista' lo que importa es lo de poeta, dejando aparte el hecho bastante evidente de que, si hay trozos de fascismo ideológico en artículos de Foxá, considerar a Foxá un escritor fascista, sin más, es no tener ni puta idea de lo que es ser fascista, ni de lo que es ser escritor. Foxá, en efecto, tuvo cargos políticos durante la dictadura de Franco, y si eso es lo que impide que se le haga un homenaje, esperemos que a nadie se le ocurra montarle un homenaje a Fraga, ni a Adolfo Suárez, porque ellos también tuvieron cargos franquistas sin tener la prosa ni la poesía de Foxá.

Apoyarse en la Ley de la Memoria Histórica para no ceder una sala y permitir un acto de celebración de la obra y la figura de Foxá, le hace un flaco favor a la propia Ley de Memoria Histórica, la debilita, convirtiéndola en una herramienta para forofos con poder y ceguera orgullosa de no ver más mundo del que ya han visto, que es muy poco. Que el Ayuntamiento de Sevilla se permita el lujo de censurar un acto cultural en el que sospechaba que iba a hacerse una exaltación del fascismo porque iba a homenajearse a un gran poeta como Agustín de Foxá, es una buena demostración de cómo cuando los políticos toman decisiones sobre asuntos sobre los que no tienen la más mínima idea, el resultado es desolador. Les importa muy poco la poca o mucha poesía que haya en una obra, lo único que les importa es la etiqueta siniestra que pueden colgarle a alguien a quien declarar enemigo por su biografía sin haber tenido tiempo, ganas ni paciencia para adentrarse en su obra. Finalmente todo esto habrá servido quizá para algo: el otro día estaba en una librería hojeando novedades, cuando entraron unos chavales a preguntarle al librero si tenían una cosa de Foxá, del que habían leído en los periódicos que habían prohibido un acto y que había escrito una de las grandes novelas sobre la Guerra Civil Española. O sea, es muy posible que sin el favor que el Ayuntamiento de Sevilla y su insólita ceguera le hicieron a Foxá, porque nada mejor para un poeta que lo prohíban, ahora no estaríamos hablando de él, y yo no podría aprovechar estas últimas líneas para informar de que hay una muy buena antología poética de su obra en la editorial Renacimiento, 8 euros a cambio de medio centenar de piezas memorables.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios