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Muñoz Rojas o la Sophía
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Muñoz Rojas o la Sophía

JUVENAL SOTO

Miércoles, 30 de septiembre 2009, 03:50

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«LO importante es la Sophía», me contestó Muñoz Rojas cuando le telefoneé, allá por el 2002, para felicitarlo por su flamante Premio Reina Sofía de Poesía. «Mucha ía, José Antonio, tiene la cosa; tanta, que te llamo para expresarte mi alegría», le dije de todo corazón y subrayando maliciosamente lo de «mi alegría» para hacer aún más temible la asonancia. Después, tras un distinguido par de jajás, vino su respuesta, sophía incluida, y comprendí, otra vez, que incluso la risa de un ex lector de Cambridge es un homenaje a la inteligencia. Antes de colgar, quedamos en vernos pronto, muy pronto. Llevamos años quedando para muy pronto, aunque sé que ese acuerdo más que una cita es un retorno, un pretexto mío para volver a una Ítaca -ojalá que sea también mía- de la que jamás nadie debiera salir, porque eso precisamente es la poesía, la literatura de José Antonio Muñoz Rojas, un retorno -el suyo- a la inteligencia del sabio, a la sabiduría del inteligente.

Poemas de juventud

Nacido en la culta, pudiente y donairosa Antequera de 1909 -esa ciudad continúa conservando, agrandados, aquellos tres adjetivos que desde siempre fueron parte de su patrimonio-, Muñoz Rojas publicó los primeros poemas a los veinte años de su edad ('Versos de retorno', 1929), al tiempo que enriquecía su admiración por la lírica en lengua inglesa y su regusto por los versos de ciertos notables habitantes de esas eternamente remotas islas que llamamos británicas. John Donne, Richard Crashaw, William Wordsworth, Gerald Manley Hopkins, Francis Thompsom y Thomas Stearns Eliot fueron sus poetas de entonces, y los poemas de todos ellos fueron las irreprochables traducciones al español que ocuparon al Muñoz Rojas de estos años. Junto a las traducciones de los mencionados vates, José Antonio dedicó sus días de lector en la Universidad de Cambridge («años decisivos, alejado de los ruidos y rumores de la sociedad literaria») a cultivar otra de sus sabias aficiones, la amistad.

Un hombre ejemplar

Pedro Salinas, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso fueron verdaderos amigos suyos, del mismo modo que también lo fuera el banquero Juan Lladó, «un hombre ejemplar, un banquero modélico y un humanista», según le confirmaba el propio Muñoz Rojas a Miguel García Posada durante cierta conversación en cuyo transcurso nuestro autor dejó definitivamente aclarado algo que no se ha cansado de repetir una vez y otra: «No soy un escritor profesional».

Y tanto que no. La profesión del hoy jubilado José Antonio Muñoz Rojas fue la de banquero, por más que él en alguna de sus cartas me diga que «ni poeta ni banquero, agricultor es lo que soy». «¡Claro que sí, agricultor!», es lo que yo le digo. Como un tal Faulkner, que cuando se registraba en alguno de los hoteles que circunstancialmente ocupó lo hacía exhibiendo esa misma profesión, agricultor. Queda claro, cultura viene de cultivo, de la acción de cultivar, que es el ejercicio propio de los agricultores. Como en el caso de William Faulkner, la verdadera modestia es un atributo principal de la personalidad de José Antonio Muñoz Rojas, un escritor como la copa de un olivo grande que aún a estas alturas oculta, o cree ocultar, que no entró en la Real Academia Española porque «le faltaron ganas», dicho sea en su caso, y sólo en el suyo, con el más depurado estilo del Trinity College. Ahí queda eso.

Por fortuna para sus lectores, lo que queda de José Antonio Muñoz Rojas es mucho más. En primer lugar, nos quedan él -su palabra viva, hermosa y lúcida- y los 96 años de su edad; en segundo, nos quedan sus libros, un buen puñado de libros, a cual mejor, muchos de los cuales la editorial Pre-Textos ha puesto al alcance de cuantos los buscábamos como quien espera el alba: 'Amigos y maestros', 'La gran musaraña', 'Dejado ir', 'Ensayos anglo-andaluces', 'Objetos perdidos', 'Las cosas del campo', 'Cantos a Rosa', 'Historias de familia' y 'Entre otros olvidos'. Sin embargo, la bibliografía de Muñoz Rojas es extensísima, por más que numerosos títulos sean hoy inencontrables para sus lectores y para quienes deseen estudiar a uno de los escritores españoles contemporáneos que ha hecho de su labor literaria una verdadera actividad de culto sin él quererlo, según me consta.

Digo que me consta porque sé que José Antonio es uno de esos raros ejemplares cuya propia obra no se cuenta entre las de sus escritores favoritos. De ahí, quizás, aquella falta de ganas para formar parte de la Academia y de ahí otro dato al que nuestro autor tampoco concede publicidad alguna: en 1936, poco antes del petardazo inicial de la contienda incivil, Muñoz Rojas ganó el Nacional de Poesía. Como por esa fecha no andaba la cosa para recibir perifollos, optó por aguardar hasta 1998, año en el que volvió a obtener el citado galardón por su libro 'Objetos perdidos'. Más tarde, en aquel 2002 que transcurrió, el Premio Reina Sofía de Poesía confirmaba un secreto a voces: Muñoz Rojas es uno de los grandes poetas vivos de la lengua española. Queda aún por corroborar que su obra en prosa, que ocupa no pocos títulos de su bibliografía, tiene, cuando menos, idéntica altura que su obra en verso. En consecuencia, muchos esperamos que ese hecho incontestable quede más pronto igualmente corroborado.

Escritor «no profesional»

Entre tanto, este escritor «no profesional» continuará afirmando que «lo importante es la sophía», una circunstancia que él eleva a la condición de reina cuando ya no le queda otro remedio que aceptar su destino de banquero jubilado con aficiones literarias de las que nunca podrá jubilarse. «Ni poeta ni banquero, agricultor es lo que soy».

Al agricultor le pedí en 1988 que su poesía completa de entonces inaugurara la colección Ciudad del Paraíso, de la que yo era director. 'Poesía, 1929-1980' fue el título del volumen que, en una espléndida edición crítica de Cristóbal Cuevas, apareció publicado en 1989. En este 2006 le he vuelto a pedir otro libro. Aquí lo tenemos, traído de la mano por el profesor Gómez Yebra con el título, nada enigmático en este caso, de 'Razón del tiempo'. Probablemente sea esta la antología más rigurosa que de su obra poética se ha hecho hasta el momento. Está claro que me equivoqué en ambos casos. Yo tenía que haberme acercado hasta una magnífica casa del campo magnífico de Antequera no para pedir y buscar la poesía del agricultor Muñoz Rojas, sino para regocijarme con el inmejorable sabor de los tomates del huerto del poeta José Antonio Muñoz Rojas, mi querido amigo, agricultor.

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