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Con un traje inspirado en el Arlequín de Picasso, en un pase de pecho. / ANTONIO SALAS
Castella sale a hombros en una Picassiana marcada por el viento y el mal juego de los toros
TOROS

Castella sale a hombros en una Picassiana marcada por el viento y el mal juego de los toros

El diestro francés cortó en Málaga dos orejas, la segunda algo generosa, mientras que El Cordobés y Rivera Ordóñez vieron silenciada su labor

ANTONIO M. ROMERO

Domingo, 12 de abril 2009, 14:12

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Hasta el final hubo que esperar en la primera Corrida Picassiana para ver algo destacable en el ruedo en lo que era la apertura de la temporada en La Malagueta. El protagonista fue el francés Sebastián Castella que logró cortar dos orejas, la segunda algo generosa, al toro más manejable del encierro. Un triunfo que le permitió salir por la puerta grande.

Fue tras una faena basada en la ligazón y la quietud aprovechando las nobles embestidas del Albarreal, cuyo único defecto fue que no humilló del todo. Empezó con tres estatuarios sin mover las zapatillas, trenzados con un pase por bajo y un pase de pecho que metieron al público en el trasteo. Unas tandas buenas con la diestra fueron el preámbulo para dos circulares invertidos y un toreo más de cercanías que caló en los tendidos. Tras una buena estocada consiguió las dos orejas de un toro, cuya cabeza mandó cortar para disecarla. En su primero, el francés, el que más ganas e intensidad puso de los tres actuantes, logró una buena verónica en el recibimiento con la capa y algunos estimables muletazos en la faena, pero el toro se agotó pronto y a pesar de una suficiente petición, el palco le negó la oreja.

El Cordobés se encontró a un primer toro inválido desde el principio ante el que nada pudo hacer. En el cuarto de la tarde, un manso que se rajó, porfió, pero sin lograr nada en claro. Como tampoco lo consiguió Rivera Ordóñez, que banderilleó a sus dos toros, al segundo con bastante desacierto. No logró ni un muletazo estimable.

Y es que el mal juego, en general, de los toros de los dos hierros lidiados y el viento deslucieron una corrida que había despertado expectación como se vio en el lleno y en las numerosas caras conocidas que presenciaron el festejo en los tendidos y el callejón.

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