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Salvador Moreno Peralta, arquitecto: El arquitecto que quería ser músico
EL FOTOMATÓN

Salvador Moreno Peralta, arquitecto: El arquitecto que quería ser músico

Soy un nativo madrileño y un malagueño de adopción a pesar de haber nacido en Málaga / Me habría cambiado por el pianista del teatro chino de Manolita Chen / Sería interesante descubrirle el ADN a Málaga / En mi epitafio me gustaría que se dijese: «No se aburrió». / Texto: Ángel Escalera Fotos: Antonio Salas

PPLL

Domingo, 1 de marzo 2009, 02:55

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S I algo caracteriza a Salvador Moreno Peralta es que no pasa inadvertido. Excelente conversador, tiene un espíritu quijotesco que le hace meterse a desfacer entuertos. Opina, comenta y escribe de lo que se tercie sin que le tiemble la voz a la hora de hablar. No se calla ni aun sabiendo que sus afirmaciones, además de levantar ampollas, pueden perjudicarle y granjearle enconados adversarios que le lanzarán venablos envenenados. No le importa. Y como él dice: «Hay enemigos a los que cuido religiosamente y me guardo muy mucho de que pasen al terreno de los amigos». Este arquitecto, que en realidad quería ser músico - compositor y pianista, no en vano estudió hasta cuarto de piano-, tiene algo claro: que nunca se aburre. Y mucho menos saboreando un 'dry-martini' en el transcurso de una animada tertulia.

Su primer recuerdo inconsciente es una tortuga que había en el patio de la clínica del Doctor Bustamante, donde nació. A los pocos meses, su familia abandonó Málaga y se trasladó a Marín (Pontevedra). «Mi padre era marino y lo destinaron allí». Dos años más tarde, otra mudanza. En esta ocasión a Cartagena, donde tampoco hubo tiempo para echar raíces, ya que su padre fue enviado a la capital de España. Madrid es para él la ciudad de los prodigios, la que le marcó para siempre.

Estudió en el colegio del Pilar, por cuyas aulas pasaron personajes como Ruiz Jarabo, el asesino de la calle Escosura; José María Aznar, Pérez Rubalcaba o Fernando Savater, que fue de su promoción y del que es buen amigo. «En ese colegio hubo lo peor y lo mejor. En esa coctelera, yo estoy en el nivel medio», señala.

Decidió matricularse en Arquitectura y tuvo la suerte de contar con una destacada nómina de profesores. «La mejor que haya tenido escuela alguna», asegura, y recuerda a Antonio Fernández Alba, Juan Daniel Fullaondo, Javier Carvajal, Julio Cano Laso, Rafael Moneo y Francisco Javier Sáenz de Orice. Pertenecer al círculo de Fullaondo le hizo conocer a gente como Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Antonio López García y Santiago Amón.

Como era inquieto y no comulgaba con el régimen, combatió el franquismo. En 1969, se produjo la muerte de Enrique Ruano. Ese hecho provocó tal repulsa que se declaró el estado de excepción. Moreno Peralta fue detenido. Lo interrogó Saturnino Yagüe, presidente de la brigada político-social. Le imputaron un delito que no había cometido: pegarle una patada a la puerta del director de la escuela de Arquitectura. La pena que le impusieron fue deportarlo a Málaga, lo que le permitió reencontrarse con la ciudad.

Tras la deportación, volvió a Málaga en 1972, con 27 años. Vino para pasar un fin de semana y ya no se marchó. La causa fue el amor. «Me encontré con una señora guapísima, que hoy es mi mujer, y ya no me fui más. La conocí en una discoteca de Torremolinos. Ahí empezó todo. Y mira en lo que ha terminado, en un matrimonio feliz con tres hijos», dice. Comenzó a ejercer como arquitecto en Málaga de la mano de Manuel Jaén y junto a su añorado amigo Paco Peñalosa, que hasta su fallecimiento fue algo más que un hermano. «Su muerte me ha dejado verdaderamente tocado».

La decisión de vivir en Málaga supuso un triunfo en lo personal, aunque en lo profesional siempre le quedará la duda de qué habría sido su trayectoria de haberse quedado en Madrid. De su ejercicio profesional le tiene gran cariño a proyectos como el Ayuntamiento de Torremolinos, el corralón de Santa Sofía, el Plan General de Ordenación Urbana de Málaga de 1983, que redactó con José Seguí y Damián Quero, el rescate del parador de San Rafael (sede de Turismo Andaluz) y el Centro de Formación e Industria del Ocio de Mijas.

La lectura es otra de sus pasiones. Se la debe a sus padres, sobre todo a su madre, con quien competía de niño a ver quién leía antes el 'Abc'. «Pertenezco a una generación que o leía o no se enteraba de nada». Entre sus escritores preferidos están Valle-Inclán y Alejo Carpentier, que le entusiasma por el barroquismo de su literatura. Ahora, de forma tardía, se ha aficionado a la poesía. Se aprende de memoria los sonetos de Quevedo, Manuel Alcántara y Juvenal Soto.

Vive gracias a la arquitectura, se emociona con un libro bien escrito, goza con los triunfos del Real Madrid y admira una obra de arte, pero nada es equiparable a la música. ¡Qué habría dado por ser concertista de piano!, aunque hubiese sido actuando en el teatro chino de Manolita Chen.

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