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J. J. BUIZA
Sábado, 14 de febrero 2009, 14:15
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Los trabajadores del Centro Cultural de Alhaurín de la Torre llevaban unos días con la mosca detrás de la oreja. Una pareja de jóvenes que nunca antes se había prodigado por allí parecía haber desarrollado una repentina afición por el arte. O mucho les interesaba la exposición de cuadros de Barrera Wolff que se exhibía desde el 30 de enero o algún interés oculto escondían.
Los extraños ruidos que procedían de los servicios tampoco hacían presagiar que su amor fuera precisamente por la pintura. Finalmente, la Policía Local descubrió el pastel: el chico y la chica habían hecho de aquellas instalaciones su particular 'picadero'.
Diversas fuentes indicaron a este periódico que las visitas de la pasional pareja se iniciaron hace pocos días. «Creemos que fueron cuatro veces en total», explicaron. Al parecer, los jóvenes aprovechaban el carácter público del centro, que permanece abierto por las mañanas y por las tardes y que cuenta además con salas espaciosas y tres plantas, cada una de ellas con un cuarto de baño.
Pese a que las sospechas se despertaron desde el principio («a veces se escuchaba mucho jaleo», dice un testigo), ni el personal ni los visitantes se atrevían en esos momentos a llamarles la atención. Porque, ¿y si en realidad no hubiera pasado nada? Pero en la última visita, la situación rozó ya el esperpento. Según parece, el joven, de unos 26 años de edad, apareció primero y se dirigió a los empleados de la entrada. Visiblemente nervioso y mientras hacía preguntas raras, ella entró y subió las escaleras. Lo hizo pegada a la pared, como si no quisiera llamar la atención. Pero consiguió todo lo contrario. Él se despidió, pero en vez de salir por la puerta, siguió los pasos de la fémina, algo más joven (unos 22 años). Por aquel entonces, todos en el edificio daban por hecho que eran pareja, de ahí que el hecho de que entraran por separado resultara todavía más extraño. No parecía más que una torpe maniobra de distracción.
Voces y gritos
Uno de los encargados subió a inspeccionar y volvió a escuchar gritos y voces que esta vez salían de los camerinos del salón de actos, donde se celebran la mayoría de las obras de teatro que organiza el Ayuntamiento. Hartos ya de la situación, los trabajadores avisaron a la Policía Local y les contaron sus sospechas.
Casi de inmediato, llegó una patrulla de agentes y pegaron a la puerta de los camerinos. La conversación fue más o menos como sigue: «Caballero, ¿está usted dentro?». «Sí... es que me ha dado un 'apretón'», respondió una voz masculina. «¿Está usted solo?». La contestación fue tardía y tímida, pero clara: «No». Al cabo de unos segundos la puerta se abrió. La primera en salir fue la muchacha, que se fue casi corriendo y con la cabeza gacha.
Después, el joven, que según parece confesó avergonzado que habían estado practicando relaciones sexuales. Lo que no se sabe si admitió también es que, antes de los camerinos, habían estado días atrás en los aseos de la primera planta y otra vez en los servicios de la sala de exposiciones. Lo cierto es que, se haya terminado o no la pasión, en el Centro Cultural Vicente Aleixandre no se les ha vuelto a ver.
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