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MUNDO

Congo, el caos más productivo

El mantenimiento de la guerra es más beneficioso que la paz para las milicias y los países implicados Han muerto 5,5 millones de personas en diez años

GERARDO ELORRIAGA

Lunes, 8 de diciembre 2008, 12:54

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Cada mes, 45.000 personas pierden la vida en la República Democrática de Congo, según cifras aportadas por International Rescue Committee (IRC), una ONG que socorre a las víctimas de los procesos bélicos. Más allá del reclamo informativo que proporcionan los puntuales episodios de violencia, este drama, tan periódico como devastador, no concita demasiado interés en Occidente.

Tampoco genera excesiva alarma el hecho de que 5,5 millones de sus habitantes hayan fallecido en la última década debido al conflicto militar de los Grandes Lagos y a las consecuencias sobrevenidas, fundamentalmente, el colapso de los servicios de salud, tal y como revelan los análisis de la misma organización. La ONU ha desplegado 17.000 cascos azules en sus provincias orientales, las más afectadas. «Pero su mandato de paz poco puede hacer en un escenario de guerra», aduce Jesús García-Luengos, investigador del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) de Madrid.

La malnutrición y enfermedades como la malaria y la tuberculosis han ocasionado la muerte de nueve de cada diez víctimas, aunque, finalmente, se apunta a razones económicas como el desencadenante último de esta crisis humanitaria de enormes proporciones. Las provincias de Ituri, Kivu Norte y Kivu Sur, allí donde se concentra el mayor número de damnificados, atesoran grandes riquezas mineras que alientan el enfrentamiento. Las reclamaciones políticas o las pugnas interétnicas se antojan una cortina de humo ante una realidad ligada a la codicia. El control de las explotaciones de oro, diamantes, estaño o columbita-tantalita, más conocido como coltán, ha generado luchas y engrasado la máquina bélica de ejércitos y milicias de Congo y, prácticamente, todos sus países vecinos.

Asimismo, existe unanimidad en vincular la historia reciente de Ruanda con el desastre que se sucede al otro lado de la frontera. Los analistas se remontan al genocidio tutsi, la reacción guerrillera, la caída del régimen hutu y el éxodo de cientos de miles de individuos de esta etnia para explicar la inestabilidad. Todos consideran que la llegada de los militares exiliados a un territorio en el que ya se encontraban fuerzas opositoras al dictador Mobutu Sese Seko fue el desencadenante de la proliferación de grupos armados y la configuración de un escenario complejo de bandos y alianzas internacionales.

Caída del tirano

La caída del tirano en 1997 fue un espejismo de reconciliación y las elecciones de 2006, las primeras democráticas en la historia del gigante, tampoco comportaron la pacificación del lejano y desgarrado este. A lo largo de los últimos diez años, unos y otros han acumulado armas e influencia. En el territorio confluyen diversos agentes. Pueden ser los antiguos oficiales hutus, pero también los banyamulenges, nativos tutsis apoyados por el presidente ruandés, Paul Kagame; los mai mai, grupos de autoprotección convertidos en otro poder fáctico más, o las propias fuerzas regulares enviadas por el gobierno de Kinshasa, no menos corruptas y depredadoras que el resto de facciones.

La proyección sobre las comunidades es devastadora. La rapiña y destrucción de aldeas ha generado intensos flujos de desplazados y su precaria disposición en campos de acogida con escasos medios cuando no su dispersión en la selva. Se habla de 1,5 millones de refugiados y la consecuente ruina de la agricultura. Tan sólo la última ofensiva del líder rebelde Laurent Nkunda ha provocado la huida de un cuarto de millón de pobladores de Kivu Norte.

Sin embargo, paralelamente, la explotación minera ha persistido como una fuente de recursos, aunque alentada con rudimentarios procedimientos. Miles de pesonas excavan, en condiciones de semiesclavismo, en los yacimientos bajo la supervisión de estructuras paramilitares que reclaman su porcentaje de los beneficios, pero se desentienden en lo que respecta a la violación de los derechos laborales más básicos y la contaminación medioambiental.

Exportación ilegal

El producto se exporta ilegalmente a cualquier parte del mundo a través de los países ribereños de los Grandes Lagos. Las élites vinculadas con los respectivos gobiernos se benefician de este mercado espurio, que también contribuye a la imparable militarización regional. Empresas intermediarias europeas, norteamericanas, chinas, japonesas o incluso kazajas son sospechosas de participar en un comercio, libre de tasas oficiales, que nutre buena parte de la demanda de la industria tecnológica relacionada con las comunicaciones y la informática.

La ambición de Laurent Nkunda, el caudillo que ha puesto en jaque al Gobierno congoleño en los últimos meses, ha crecido al ritmo de sus conquistas territoriales. De la denuncia de la belicosa presencia hutu ha pasado a comprometerse en la liberación de todo el país, es decir, a la inquietante amenaza de extender la guerra hacia el oeste en dirección a la capital. Aunque, posiblemente, su bien pertrechado pero reducido ejército no sea capaz de cumplir este propósito, la situación del este de la República Democrática de Congo no alimenta esperanzas de ningún tipo

Los acuerdos de paz firmados en Pretoria y Luanda en 2002 y 2003 se antojan papel mojado con sangre y promesas frustradas. «Los marcos de estos pactos no se corresponden con la realidad de un conflicto radicalizado y complejo que va a contribuir a la permanencia del desequilibrio regional», lamenta García-Luengos. «La verdad es que los intereses concurrentes no están por la labor de dialogar. En el caos ganan muchos», concluye.

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