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MESA REDONDA

El poema épico que se esconde en un cuadrilátero

Salvador Moreno Peralta, José Luis Garci, Agustín Rivera y Rafael Porras repasan las crónicas en las que Manuel Alcántara ilustró la edad de oro del boxeo

A. J. LÓPEZ

Viernes, 31 de octubre 2008, 03:23

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EN el aire flota el ambiente de las grandes noches. El público se mueve en sus asientos, nervioso, quizá incómodo por el aire acondicionado metido entre los huesos. El rumor de la audiencia sube de volumen, roza el bullicio y cae de repente cuando los púgiles saltan al ring. El 'speaker' Salvador Moreno Peralta toma el micrófono: «A la derecha, fino estilista del peso ligero, Agustín Rivera 'Riverita'». Gran ovación, quién sabe si para calentarse las manos. «A la izquierda, Rafael Porras 'Porrita', púgil de impecable esgrima y sólida pegada». Más aplausos. «Y por último, José Luis Garci, 'El pasmo de Narváez'». El delirio en los asientos por fin tibios. Suena el 'gong' de una cuchara contra una copa de agua y Moreno Peralta grita con júbilo: «¿Que empiece el combate!». Está en juego el cinturón del 'I Congreso Internacional de Periodismo: el artículo literario'. Los púgiles cruzan guantes en 'La crónica de boxeo', una velada en la que su protagonista, el cronista pugilístico Manuel Alcántara, también saltará al cuadrilátero pese a no estar en los carteles. Pero eso será luego. Ahora Riverita se faja con la historia. Parece flotar sobre el cuadrilátero. Ligero como una pluma baila entre 1967 y 1978, los años en los que Alcántara escribió para el diario 'Marca'. Tokio, Los Ángeles, Madrid. Cassius Clay, Joe Fraizer, Legrá, Urtain, Pedro Carrasco. En medio de la confusión Riverita suelta un directo de izquierda: «Los once años en los que Alcántara escribió en 'Marca' coinciden con la edad de oro del pugilismo». Riverita se sienta en su rincón. Salta Porrita, sustituto de Emy Armañanzas. Parece dubitativo, estudia el terreno, se mueve con sigilo hasta que se anima con un gancho a media altura: «Alcántara define el boxeo como un deporte apasionante, bárbaro y hermoso». Se viene arriba y cierra: «Las crónicas de Manuel Alcántara han dignificado este deporte». Cinco en la lona El Pasmo de Narváez preside ahora el centro del cuadrilátero. Lo comparte con los otros púgiles y el árbitro. Pero se siente solo. Al menos le falta un acompañante: Alcántara «con sospechosa nariz de púgil en una cabeza de tribuno», como lo presentó el 'speaker' en los primeros compases de la noche, cerrada a cal y canto a estas alturas de combate. Garci empieza fuerte: «Las crónicas de Manuel Alcántara inauguran el nuevo periodismo en España». No da tregua: «Sus artículos apestan a vida». Sigue sin descanso: «Es un escritor de primera categoría que trabaja con elementos que en teoría no son de primera categoría». Y lanza un 'crochet' de izquierda que se adivina definitivo para la modestia del cronista cuando lo incluye en la nómina de Mailer, Cortázar, Cabrera Infante... Alcántara clava los pies en la lona. Pero admite: «Estoy un poco sonado». Los cuatro púgiles le han dejado al descubierto: sus paseos por los cuadriláteros de medio mundo esconden una enorme poesía. Desvelan la épica de los perdedores. «El boxeo no me gusta, me apasiona». Ruge el público. Alcántara saluda, lanza besos, alza las dos manos al aire. Y se abraza con sus compañeros de velada. Es la nobleza del ring.

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