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RUTA. Carmela cruzaba las vías cada vez que iba a la capilla. / C. M.
Una fe de riesgo
MÁLAGA

Una fe de riesgo

La devoción de Carmela por un Cristo de Antequera era tan grande que todos los días cruzaba las vías férreas para cuidar de su capilla sin imaginar nunca lo que ocurriría ayer. Perdió la vida arrollada por un tren

CARMEN MARTÍN

Viernes, 26 de septiembre 2008, 03:54

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La devota más fiel del Señor de la Verónica arriesgaba todos los días su vida cruzando las vías del tren para ponerle flores a uno de los Cristos más venerados de Antequera. Carmela cuidaba a diario de su capilla, la mantenía en perfecto estado y eliminaba las hojas muertas que estaban a los pies de la imagen. Tal era su dedicación, que llegaba a visitar dos veces al día al Señor de la Verónica, teniendo que cruzar hasta cuatro veces las vías del tren por no dar un rodeo e ir por una carretera sin acera.

A sus 70 años, Carmela cogió ayer su paraguas por si llovía, se caló su sombrero de paja para resguardarse del sol y se marchó hacia la capilla, alejada no más de un kilómetro de su casa: el Cortijo de la Verónica, llamado así porque precisamente en la fachada moraba la imagen del Cristo hasta que se le hizo una capilla gracias a un convenio que el Ayuntamiento firmó con la familia hace unos diez años.

Al regresar de cuidar al Señor de la Verónica y comprar el pan para el único hijo soltero que le quedaba, Carmela volvió de nuevo a cruzar las vías férreas sin percatarse de los avisos de un vecino que la llamaba por su nombre para alertarla de que se avecinaba un tren. Tampoco escuchó, por sus problemas auditivos, los pitidos que hizo el maquinista que, según fuentes de la investigación, vio cómo Carmela aceleraba el paso para intentar no ser arrollada. No lo consiguió y sus restos quedaron junto a las vías del tren hasta que el juez levantó el cadáver. El tráfico férreo apenas quedó interrumpido 15 minutos, según apuntó el responsable de Adif en la zona, Francisco Aguilar, quien apuntó que el tren que atropelló a Carmela, un ADR regional, se dirigía desde Granada a Sevilla y que tras el accidente retrocedió a la estación de Antequera. Era la una y media cuando ocurrió todo y el hijo de Carmela escuchó ladrar a los perros. «Pensó que le estaban alertando de la llegada de su madre», explicó después María Dolores Lebrón, nuera de la fallecida y esposa de otro de los hijos.

Carmela, viuda y con otras dos hijas más, era muy querida por un gran número de vecinos de Antequera, según comentó ayer la edil de Seguridad, Carmen Rosa Torres, debido a su dedicación a esta venerada imagen que estuvo durante años en la fachada de su casa y que ahora está en una capilla. Una imagen tan venerada, que los antequeranos están sufragándole la construcción de una capilla más amplia y mejor ubicada.

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