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EJEMPLO. Benjamín Anz devolvió el dinero. / ANTONIO SALAS
La honradez no tiene precio
MÁLAGA

La honradez no tiene precio

Un joven devuelve cinco mil dólares que le habían dado por error al cambiar euros por divisa americana en una sucursal de Málaga

J. PEDRO MARFIL

Viernes, 12 de septiembre 2008, 10:37

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«¿Qué iba a hacer? Si me lo quedo yo se lo harían pagar al trabajador», reconoce Benjamín Anz. Este argentino de 26 años no se lo pensó dos veces cuando comprobó que el empleado que le había atendido en un banco le había dado 5.000 dólares de más. «Todos nos equivocamos en la vida», disculpa.

Anz llegó hace cuatro meses a España. Estudia diseño gráfico en Argentina, pero decidió venir a Europa para buscar trabajo y ahorrar antes de volver a su país. Fue al banco para cambiar a la divisa norteamericana el dinero acumulado de unos meses. «El dólar está muy fuerte y el euro empieza a bajar, así que prefiero cambiarlo y así le gano un poco», asegura. No tardó en darse cuenta de que el trabajador había errado. «Vi que me daba cien billetes y pensé que eran de cincuenta dólares cada uno, le pregunté y me dijo que eran de cien, así que no me salían las cuentas», recuerda.

Sospechas confirmadas

Con la mosca detrás de la oreja, se marchó con el dinero al céntrico bar de Málaga en el que trabaja. «Prefería no contarlo allí, por temor a que algún delincuente me robase si me echaba el ojo mientras lo hacía», explica. Poco después, ya en el local con su compañero, contó dos veces el montante y confirmó sus sospechas: le habían dado 10.000 dólares, el doble de lo que había pedido.

Benjamín Anz no dudó en devolverlo. «Si me lo hubiera quedado lo hubiera tenido para siempre en la conciencia; además, tendría que pagarlo el empleado de su bolsillo», admite sin lamentarse. «Me trató muy bien y no es justo que por un error tenga que pagar una cifra así, todos nos equivocamos alguna vez y cinco mil dólares no son fáciles de ahorrar», dice.

Al llegar al banco para realizar la devolución, las puertas acababan de cerrar cinco minutos antes. Una trabajadora le pidió amablemente que volviera al día siguiente, pero cuando el joven le expuso el caso, no tuvo ningún problema en que pasara.

Al verle, los ojos del empleado se abrieron como platos, no daba crédito. «Estábamos intentando localizarle», confesó con una cara de alivio enorme. Le acababa de salvar de una buena. «La próxima vez que venga un argentino se tendrá que acordar de mí», bromeó Anz. El trabajador asintió y unió sus manos en un símbolo de gratitud. Sudaba a pesar de que en el interior del edificio no hacía calor precisamente.

Planes aplazados

Anz tenía muy claro en qué habría gastado el dinero si se lo hubiese quedado. «Mi gran ilusión es abrir una empresa con un amigo en Buenos Aires, por eso estoy aquí, ahorrando, con esos 5.000 dólares ya podría volver y abrir mi negocio, pero no sería justo», insiste. Sus planes tendrán que esperar, al menos unos meses más.

Aún no ha tenido que aguantar bromas de sus amigos. «No me ha dado tiempo a contárselo a nadie, pero seguro que ellos hubiesen hecho lo mismo», cree. A pesar de todo, es consciente de que algunos no habrían actuado igual. «Habrá gente que piense que estoy loco o que soy tonto, pero bueno, mi conciencia está por encima de todo eso, para que luego digan de los sudamericanos...», advierte. Sin duda, un ejemplo a seguir.

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