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ANTONIO GARRIDO MORAGA

Garrido:"Levanto mi voz para cantar a la ciudad en la que creo, para cantar a la ciudad de la historia milenaria, a la del presente y a la del prometedor futuro"

"La fiesta". 2003

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Viernes, 25 de julio 2008, 14:13

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¡Málaga!

¡La Ciudad del Paraíso!, ¡La cantaora!, ¡La predilecta de la naturaleza!, ¡La de los boquerones!, ¡La del azul único!, ¡La de los jardines!, ¡La ciudad honda!, ¡La de las palmeras de luz!, ¡La del naranjo y el agua! ¡La de la música de las olas!, ¡La primera en el peligro de la libertad!, ¡La de la Lex Flavia!, ¡Nuestra Málaga!

Excelentísimo Señor Alcalde, querido Paco, muchas gracias por este honor que no me merezco, muchas gracias por permitir que me asome al balcón de la casa de todos, aquí, a parque abierto, en la noche mágica en la que me has dado la inmensa alegría de poder pregonar nuestra Feria.

< Esta noche la ciudad se pone de puntillas y se entrega al mar de donde nació, como hacemos los malagueños en la noche de San Juan cuando nos mojamos los pies y pedimos un deseo. La ciudad, estremecida de felicidad, anhelante de amor, mira desde el rebalaje y besa las aguas. Málaga es Venus, Diosa de la Belleza. La luna es testigo del amor perfecto entre la tierra y el Mediterráneo. Ésta es la noche de la alegría, de los fuegos, de la música, del gozo sin medida.

Os hablo desde el corazón como hijo de la tierra. Levanto mi voz para cantar a la ciudad en la que creo, para cantar a la ciudad de la historia milenaria, a la del presente y a la del prometedor futuro, como la han cantado los Pregoneros que me han precedido y a los que quiero manifestar mi admiración y respeto.

¡Malagueños!, desde este momento el paso del tiempo queda detenido, las imágenes se van a suceder en la noria de la ilusión, en la tómbola de la esperanza, en una faena para el recuerdo en La Malagueta, en el aire prendido en la bandera verde y "morá" de los verdiales. Ésto es la fiesta: un presente infinito, un reencuentro con las pasiones más nobles. Málaga sabe mucho de pasiones, nuestra ciudad se abre amorosa y nadie es extraño en esta tierra donde siempre cabe uno más, y que fue cantada por los poetas árabes:

La mano del amor nos ensartó para la alegría: nosotros

éramos las perlas, y los amores, los hilos.

(Abul Qasim ben Al-Saqqat, trad. de E. García Gómez)

La Feria es la fiesta total, en la que todos somos protagonistas: vemos y nos ven, somos personajes de un teatro en la calle, en la ciudad alegre y confiada, en esta Málaga que cada año da una lección de saber estar, de convivencia, la lección que corresponde a su cultura de raíz clásica. A Grecia y a Roma -Málaga latina en los versos de Festo Avieno- se unen lo cristiano, lo musulmán y tantos otros caudales de sangre generosa que corren por las venas de la ciudad libre que es, libre, al modo de las repúblicas italianas del Renacimiento. Así la siento, ciudad de la cultura y del turismo, de mi universidad, de las nuevas tecnologías, ciudad emprendedora y animosa, ciudad de mis antepasados, ciudad madre, Málaga de mis amores.

Málaga es la capital económica de Andalucía, por eso debe pedir siempre lo que le corresponde donde fuere menester. La ciudad fenicia ha seguido con su tradición de urbe trabajadora y próspera. Ha cambiado mucho en pocas décadas pero permanece el imaginario, la literatura, el arte, las tradiciones, lo que llamamos señas de identidad, difíciles de definir pero verdaderamente sentidas por los hijos de la ciudad amante de las olas.

Málaga es nuestro vino, gloria de los montes, el vino que fue famoso en todo el mundo, que citara Shakespeare, que ni pagaba impuestos en Rusia y que debemos esforzarnos para que recupere el lugar que le corresponde. El vino, sol encerrado en la esfera de la uva, figura perfecta e infinita, eterna, como el instante en que su sabor nos embarga. Nuestro vino, para brindar por la feria y para alegrar el corazón de todos. El vino de Málaga, en la caseta del Consejo Regulador, con los hermanos de Viñeros, ese vino que da la vida y te llena de euforia, oro en cada gota, vino mítico y mágico, vino de los dioses.

Málaga es el mar y los versos del pregón de un cenachero por uno de nuestros barrios, por El Palo, por ejemplo. Es la mañana clara del azul que Picasso bebió hasta su esencia:

Atención a la voz mía,

Viejos, mozas y muchachos,

Que aquí llevo en los cenachos

Cuanto el mar andaluz cría.

Ningún mar que alumbra el día

Lo que el de Málaga encierra,

Pues en él viven en guerra

Peces de tantos sabores,

Cual brotan clases de flores

En el seno de la tierra.

Llevo, acabados de echar,

Boquerones vitorianos,

Cual duendecillos enanos

Que viven dentro del mar.

(Salvador Rueda)

La Feria de Málaga ha sido andariega. Yo la conocí, muy de niño, no se vayan a creer, en el Parque, cuando era doméstica, casi de pueblo; a ella íbamos mis padres y mi hermano, a pasar un rato en la caseta de RENFE. Por la tarde, ¡a los toros!, a sentir el silencio de la plaza cuando Antonio Ordoñez iniciaba la sinfonía única de su arte eterno, imagen inolvidable de mi infancia. Después: cerca del puerto, en la Prolongación, en Teatinos, con más o menos dificultades, pero con la ciudad siempre en el coche de caballos de la fiesta. Un día los comerciantes del centro se pusieron a repartir tapas y Málaga bailó en la calle, fue un invento que han imitado en otros lugares. El centro como ágora, como espacio cívico y, por fin, el actual real, el mejor del mundo. El real, una ciudad que se levanta para la fiesta, con casetas grandes, muy grandes, como nuestros tronos, casetas con puertas abiertas a todos, como debe ser. El real, con los caballistas subiendo y bajando las calles de la alegría. La Feria en el centro y en el real, el tanto monta de la celebración, aunque para el Concejal de Fiestas, querido Diego, organizarla sea la locura, pero locura feliz, porque se hace por Málaga, todo por Málaga.

Málaga es el ingenio. Ya no existe el Perchel que nombrara Cervantes en el capítulo tercero del Quijote, el tiempo se ha llevado muchas cosas pero no ha disminuido la gracia ni el ángel, la metáfora surrealista o la imagen que salta chispeante de la forma más natural y que siempre sorprende. En ese Perchel, del que salió la belleza malagueña de pura cepa de Anita Delgado, no era extraño escuchar:

Si esta noche no sales

A la ventana,

Cuéntame entre los muertos

Desde mañana.

Las gentes son el orgullo de Málaga. Las gentes somos la feria. Es el esfuerzo de muchos y el placer de todos. El Ayuntamiento, las asociaciones, los amigos, los comerciantes, las peñas, como mi Peña del Parque Mediterráneo, las cofradías, todos somos fiesta, todos hacemos la fiesta. La Feria es unión, es un mundo en sí misma con miles de imágenes. ¿Quién no ha visto esta escena? Salieron al mediodía a la feria del centro: los padres, un niño de seis años, otro de cuatro y un tierno infante de dos meses. Llevaban el carrito, biberones, botellas de agua, vamos, una impedimenta digna de un comando especial. La moral era alta y avanzaron. La feria se los tragó. Volvieron del real, vencida la noche, cansados, arrastrando un elefante de peluche que había costado una fortuna en una tómbola de las que siempre dan premio, se habían subido en los carricoches y habían cenado pollo y pimientos fritos. Volvieron felices, llenos de imágenes fragmentadas, como en un cuadro cubista. Durmieron unas horas para empezar de nuevo. ¡A la Feria! Como todos los años, como siempre, como nunca, como una sorpresa que llega entre calores, aceite bronceador, playas a rebosar, más calor, ganas de divertirse, más ganas de divertirse, mucho calor. La ciudad es felizmente tomada desde dos frentes: el centro y el real. ¡Todo el mundo a la Feria!

La brisa es Málaga. La brisa que acaricia, que nos besa la piel. En la Feria la brisa es el aire de la falda que gira en el baile, es el aire hecho algodón de colores, es el grito en la montaña rusa, es la mirada en la mirada, el aire del beso, el que encierran las manos al compás, el del cante, secreto, frágil como el cristal, alegre y trágico, el del cante guardado en esa catedral del flamenco que es la Peña Juan Breva.

Málaga es el verdial, tesoro de los montes, culto al sol en los espejos del sombrero, mar y montes, la ciudad en medio, la ciudad de Málaga con sus barrios, los de ayer y los de hoy, los que van de Oeste a Este en la cinta de la costa, los del interior, todos tutelados por la mole de Gibralfaro, por la gran fortaleza que fue faro para alivio de navegantes. Es imposible imaginar un lugar mejor para asentarse, para vivir, un lugar de clima único. Que me lo digan a mí en los inviernos de Nueva York con meses sin ver la luz.

La luz es el milagro de Málaga, ese azul de las aguas y del cielo, el azul al que se abrieron los ojos de un niño que cuando salió de su ciudad ya sabía pintar, ya sabía mirar como nadie y esa mirada intensa, única, genial, es la mirada del arte del siglo XX, es la mirada de la revolución plástica más profunda. Este año Málaga estrenará un eje de cultura singular: el que va de la Casa Natal al Museo Picasso. Este eje es físico y es simbólico. Es el camino que pasa por la Plaza de la Merced, por las palomas de la paz que deseamos para el mundo, por el obelisco de Torrijos, por la libertad reflejada en la meditación del azul. ¡Málaga y Picasso!

La palabra crea la realidad. Somos gente habladora, nos gusta arreglar lo divino y lo humano mientras paseamos por ese salón de lujo que es calle Larios, camino mágico que, en la Feria, va del arco de Chicano a la plaza en la que mira la historia la fuente de Génova. Málaga es, sobre todo, la palabra de sus poetas, la palabra sagrada que crea la Málaga mítica en los versos sublimes de Aleixandre, ciudad nuevamente creada cada vez que se pronuncian:

Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela

A la ciudad voladora entre monte y abismo,

Blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso

Que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!

El olor de la biznaga es el aroma de Málaga. La flor de las flores, la eternidad de lo efímero, la espuma hecha perfume, la tentación de los sentidos, los jazmines prendidos en la bahía, prendidos en el pelo, sostenidos en el amor. La flor de Málaga, el olor de la Feria, la biznaga, ¡fuegos artificiales clavados en una penca!

¡Málaga, nuestra tierra, la ciudad a la que bendice el Dulce Nazareno y que se hace romero el Jueves Santo para que pase la Virgen de la Esperanza!

¡Viva la Feria!

¡Viva Málaga!

He dicho.

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