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CITA EN EL SUR

La indolencia

AURORA LUQUE

Sábado, 19 de julio 2008, 04:08

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SUPONEMOS que si el policía local que multaba ayer a un taxista en Plaza Mayor por llevar pantalón pirata se hubiera encontrado con Audrey Hepburn conduciendo un taxi con un pantalón Capri también habría tenido que multarla, porque la prenda incumpliría la normativa, al no ser ni pantalón largo ni falda. Sorprende el rigor de la sanción. Toda la ilegalidad del atuendo se limita a unos veinticinco centímetros de tela en cada pernera, como mucho. Parece absurdo considerar indecorosa una indumentaria masculina tan ampliamente aceptada. El decoro está antes en el detergente y en el desodorante: más bien habría que multar a algún que otro trabajador público que vistiera su reglamentaria camisa de manga larga, pero la misma y única sin mudar en demasiados días. Y todos sabemos cómo la brisa de la ventanilla del conductor o el brazo con bandeja del camarero pueden poner en movimiento vaharadas de auténtico olor a pirata.

Los pantalones piratas y capris son para el verano. Váyanse a los desfiles de Salvatore Ferragamo, de Bottega Veneta o de Balenciaga en style.com (qué democrático es Internet) y verán a unos maravillosos modelos italianos con las pantorrillas al aire, una bendición de la natura legitimada por la sofisticación de un sensible costurero.

Cosas del verano. Trabajar pone de muy mala leche a la mayoría, sobre todo en la calle y en las horas de mayor sol. Porque el verano está fatalmente diseñado para la indolencia y el dejar vivir, para el ocio y la pereza. Leo una pequeña antología de textos sobre el ocio: «Decreto de abandono», el número uno de los «Cuadernos de Valverde», una secreta publicación malagueña editada por el poeta y filólogo Raúl Díaz Rosales. Cito la cita final, que es de Gerald Brenan: «clima indolente de Málaga [...] ha hecho toda una ciudad de inconscientes [...] me debe de estar afectando, porque no soy capaz de decidir». Qué cosas decía el bueno de don Geraldo de los malagueños. Pero el libro comienza con una defensa de la indolencia que nos reconcilia con nuestros instintos veraniegos. «Tradicionalmente la indolencia había sido autorizada apenas a un pequeño grupo de sujetos, principalmente artistas y filósofos. Pero, derrotados los totalitarismos, desplegada ya la sociedad del espectáculo, nuestro mundo ha hecho suyo el célebre lema gargantuesco: haz lo que quieras. Y muchos no quieren hacer nada. [...] Se trata de actuar por omisión, de ensimismarnos en nuestro supremo derecho a la molicie. ¿Somos, acaso, una especie cansada? Tal vez; son ya muchos años». La indolencia y su cortejo (galbana, remolonería, acidia, pigricia, zanganería, roncería, bohemia...) casi quedan legitimados en el reino del verano. (Y por cierto, maldito sea el Citibank, que con su indeseada publicidad telefónica destroza las borrosas blanduras de muchas siestas).

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