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Luis Pernía Ibáñez
Luis Pernía Ibáñez, cura obrero, enfermero y comprometido social: Un nómada solidario
EL FOTOMATÓN

Luis Pernía Ibáñez, cura obrero, enfermero y comprometido social: Un nómada solidario

Me siento feliz con mis enfermos y al lado de los más desfavorecidos / Nunca he hecho ni haré un viaje turístico / Fui al calabozo por protestar contra el paro / Me enteré de la muerte de Franco pintando una reja con un gitano .

UN PERFIL DE

Domingo, 22 de junio 2008, 12:40

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LE queda un año y seis meses para jubilarse como enfermero, profesión a la que se ha dedicado con entrega durante los últimos veinte años. Recuerda a todos y cada uno de los enfermos de riñón que han pasado durante todo ese tiempo por el Centro de Diálisis del Atabal, donde cada día les ayuda a sobrellevar el duro tratamiento y en Navidad les toca villancicos con su acordeón, ese instrumento que es como la propia vida, alegre y melancólico al tiempo. «Cuando me jubile, lo que sentiré es dejar de ver sus rostros, sus sonrisas...Ellos son como mi familia. Yo, con mis enfermos, soy feliz». Pero Luis Pernía es feliz también con África, con los pobres, con las madres de los arrabales de Lima, con los campesinos nicaragüenses, con la lucha obrera de la clandestinidad, con los inmigrantes, con los niños saharauis...Dedicados a ellos lleva toda la vida este nómada del compromiso social que un día decidió cambiar la sotana por el abrazo tierno de la solidaridad.

Su trayectoria vital comenzó en Mahaamud, un pequeñísimo pueblo burgalés con nombre de profeta españolizado, donde nació en plena posguerra. Tiempos duros donde no llegó a conocer el hambre, pero sí la escasez y las colas de la cartilla de racionamiento. La casa de sus padres siempre tenía las puertas abiertas a los más pobres. Aún recuerda con cariño a aquel hombre pequeño y ciego que sobrevivía gracias a la caridad de un hospicio y que cada domingo los padres de Luis sentaban a su mesa como uno más de la familia. Sin ser consciente, la solidaridad y el compromiso con los más desfavorecidos, anidaban ya en su ser infantil.

La falta de perspectivas de aquella difícil etapa de la historia reciente de este país le llevó como a otros muchos niños al seminario. No era muy consciente del paso que daba, pero reconoce que había en él una «ilusión muy inocente» y, sobre todo, un deseo enorme de seguir a sus amigos de la escuela que se habían ido ya antes que él a encontrarse con Dios.

En 1968 fue ordenado sacerdote en Teruel. Durante este etapa, más que con la fe, Luis se identificó con un horizonte vital, marcado por las ideas del Concilio Vaticano II, que le causaron un tremendo impacto.

Pero lo que marca un antes y un después en su vida es su paso por Lebrija. En 1969 le destinaron a la parroquia de este pueblo sevillano donde quedó impresionado con las reuniones clandestinas de los campesinos en aquellas noches brumosas en las marismas del Guadalquivir. Una madrugada, el joven cura se presentó de improviso a trabajar como uno más en los inundados campo de arroz. «No se lo creían, pero me acogieron entre ellos y me enseñaron a limpiar el arroz. Aún me acuerdo cómo cantaban». Lebrija fue el catalizador que le condujo hacia una vida más próxima a los trabajadores, que en aquellos años eran la clase empobrecida. Llega entonces la transformación. Se forja el cura obrero.

El cura obrero

En 1975, el obispo Ramón Buxarrais acogió a Pernía y a otros tres curas en una modesta vivienda de Tiro de Pichón. Querían vivir de otra forma su compromiso cristiano y eligieron el mundo obrero. Trabajaron como pintores, limpiando arroyos... «Me enteré de la muerte de Franco pintando un reja en la Misericordia con un gitano», recuerda. La lucha obrera le llevó a participar en distintos colectivos y le costó una noche en los calabozos por manifestarse contra el paro. Más tarde llegaría los 18 días en huelga de hambre en la iglesia del Dulce Nombre en Madrid para protestar por el paro, por el cierre masivo de empresas en Málaga durante 1977. La protesta estaba presidida por un 'pensador' de Rodin dibujado por Luis, donde se podía leer: «60.000 parados en Málaga». A ese dibujo, a esa pancarta reivindicativa, le seguirían muchas, pintadas con maestría y siempre con un mensaje solidario.

Su activismo obrero le llevo a militar en las filas del sindicalismo con las siglas de Comisiones Obreras, donde coincidió con un joven militante de UGT, Pedro Aparicio (poco tiempo después alcalde de Málaga), en la negociación de los convenios en el sector de la sanidad privada, donde Pernía ya trabajaba como auxiliar de psiquiatría en el centro de San Juan de Dios. Paralelamente se diplomó en Enfermería y pasó a formar parte de la plantilla del Servicio de Nefrología de Carlos Haya y de allí al Centro de Diálisis del Atabal.

Situación laboral

Con una situación laboral mucho más estable ya, Luis Pernía volcó sus inquietudes sociales en trabajar en proyectos en Centroamérica a través de los comités de solidaridad que serían el embrión de futuras ONG, como la Asociación Andaluza por la Paz y la Solidaridad (ASPA), la primera de de Andalucía, en cuya fundación participó. Casi paralelamente se enrola en compromisos solidarios con los refugiados saharauis y participa activamente en las iniciativas 'Caravana por la Paz' y 'Vacaciones en Paz', que ha permitido a miles de niños saharauis abandonar el desierto los meses de verano y llevar una vida normalizada con familias malagueñas. Actualmente viaja una vez al año al Sáhara con una comisión médica y quirúrgica para atender sanitariamente a los refugiados.

«Con la llegada de los inmigrantes, en Málaga se hacen visibles los colores», dice. Es la década de los noventa, comienza el 'boom' económico y nacen los primeros movimientos para acoger a los 'sin papeles'. Participa entonces en la Plataforma de Solidaridad con los Inmigrantes y en un sonado encierro en la Catedral para evitar expulsiones. Su propia casa ha sido a menudo cobijo de los que llegaron sin tener dónde ir.

Luis no sabe lo que es tener una vacaciones, irse de turismo o tirarse al sol en una playa para olvidarse del mundanal ruido. «Nunca lo he hecho ni pienso hacerlo. El mundo es más ancho por la globalización y más estrecho por la insolidaridad», asegura. Por eso sus vacaciones han tenido siempre un fin solidario: como brigadista voluntario en la Nicaragua sandinista; de apoyo a los misioneros en Ruanda, «ese país primigenio» antes de la sangrienta guerra; viviendo la pobreza del Perú azotado por Sendero Luminoso; apoyando la causa palestina en los territorios ocupados por Israel «esa impresionante cárcel sin techo»... «¿Y que más? Pues no puedo hacer más; sólo seguir valorando lo que tengo, pequeñas metas. Poder seguir este caminar hasta que Dios quiera», asegura.

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