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Antonio Jurado, fisioterapeuta, investigador y autor de cuatro libros: Un hombre con manos de santo
el fotomatón

Antonio Jurado, fisioterapeuta, investigador y autor de cuatro libros: Un hombre con manos de santo

Guardo un grato recuerdo de mi etapa en el SAS / He estado trece años vinculado al deporte de élite, primero en balonmano y luego en baloncesto / Con 52 años soy un humilde estudiante de fisioterapia / Uno escribe libros para espantar sus fantasmas / El paso del tiempo nos vuelve más mansos / Toco la guitarra eléctrica en un grupo de diez amigos

UN PERFIL DE JOSÉ MIGUEL AGUILAR

Domingo, 15 de junio 2008, 12:39

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Mano de santo. Antonio Jurado es más que un sanador de dolores musculares. Postrado en la camilla, el paciente cae rendido a la habilidad, sapiencia y delicadeza de este fisioterapeuta que empezó trabajando en el chiringuito familiar, estudió Enfermería, ha escrito cuatro libros y ha terminado curando males imposibles -así parece para los neófitos-, de personas anónimas y de deportistas de élite que acuden a su clínica casi con devoción, tal es el grado de recuperación tras pasar por sus manos. No hay contractura que se le resista.

Es Antonio Jurado Bueno un hombre singular, que nació el día de San Juan del año 55 en el seno de una familia humilde en Huelin. «Mientras trabajaba en el chiringuito estudié enfermería, y cuando entré en el Hospital Civil amplié los estudios con Fisioterapia», relata con memoria prodigiosa, la misma que le hace musitar cada músculo del cuerpo en su repaso táctil de la zona dañada en su afán por descubrir la dolencia.

Su talento va en consonancia con el prestigio adquirido en el mundo del deporte, cuya vinculación data de 1986. «En un congreso en el Ramón y Cajal de Madrid sobre Medicina Deportiva coincidí con Alejandro Espejo, médico del Málaga Balonmano, entonces en División de Honor, que me propuso trabajar con ellos, y estuve tres años, hasta que en el 89 me incorporé al Caja Ronda de baloncesto, donde permanecí entre el primer equipo y la cantera hasta 1999», cuenta con una pizca de amargura por la forma en la que acabó su periplo deportivo.

Desde entonces ejerce en el Centro de Rehabilitación Larios su actividad privada y allí sigue atendiendo los tendones, rodillas, tobillos y caderas de aquellos que acuden desesperados a su consulta. Del dolor al alivio en un santiamén.

No contento con sanar, se dedicó a investigar y realizó estudios complementarios de osteopatía y viajes de perfeccionamiento a Estados Unidos, Cuba y Francia. Su vasto conocimiento de la materia lo plasmó en cuatro libros relacionados con la fisioterapia; el último hace un mes, junto con Iván Medina, es un monográfico del tendón.

Pasiones compartidas

Pero Antonio Jurado, de mirada penetrante, canas que cubren su pelo y su barba y gafas para proteger sus ojos de la edad, tiene más pasiones compartidas, y como amante de la música ha reunido una importante colección de vinilos. «Mi próximo libro versará sobre música», adelanta, y revela que toca en un grupo de diez amigos «la guitarra eléctrica y me peleo con la guitarra española». Brassens, De André, Pink Floyd y The Beatles son sus preferidos.

No obstante, dice que diez años escribiendo libros, demasiadas horas de dedicación fuera del trabajo habitual, «me terminó agotando. Uno escribe libros para espantar sus fantasmas. Los problemas del tendón son frecuentes y a veces tienen mala solución. Se sabe poco y se intenta escribir un volumen sobre este tema como un intento de saber más para buscar más soluciones. He dedicado tres años de mi vida a leer sólo cosas referentes a tendones y me he dado cuenta de lo mucho que me falta por saber de este tema».

Después de quince años en el SAS, Antonio Jurado posee una opinión muy cualificada al respecto. «Guardo un gratísimo recuerdo de esa etapa; todos éramos muy jóvenes, con muchas ganas de hacer cosas y aún me trato con muchas personas de entonces». No coincide con la que expresa sobre la Universidad: «Mi interés por dar clases es nulo, pero la Universidad se rige por códigos internos, una ley no escrita, donde rara vez se tienen en cuenta el esfuerzo y el talento».

Llegados a este punto toca hablar de su familia, «mi gran pasión». Y la cara se le ilumina: «Tengo una hija que está haciendo el MIR de cardiología y un hijo que quiere estudiar Medicina, con el que comparto afición y largas sesiones de guitarra. Llevo 26 años casado con la misma mujer, Carmen, 32 si contamos el noviazgo, y no me importaría volver a repetir esta experiencia».

Y es que amistad, familia y lealtad son valores que Antonio Jurado mantiene muy altos en su concepción del ser humano, aunque sea la modestia la condición más evidente a la hora de hablar de su trabajo.

«No tengo un don, lo mío es una historia de continuo aprendizaje, basado en pilares varios: amor en lo que haces, no dejar de estudiar nunca y saber que no sabes nada, que siempre estás empezando. Con 52 años soy un humilde estudiante de fisioterapia», afirma.

Escuchar a la gente

Apóstata de la política («España es una partidocracia, y mi confianza en que las soluciones vayan de la mano de la política es nula»), su consulta es también un diván en el que la psicología es importante: «Es frecuente que mucha gente que viene con problemas determinados busque un intercambio de opiniones. Hay muchas personas con ganas de que las escuchen y perciban que sus cosas son importantes para ser escuchadas. Más de una vez la consulta ha derivado en psicología o psiquiatría».

Respecto al interesante y apasionante mundo del deporte, han evolucionado los métodos de entrenamiento, la propia medicina deportiva, la dietética: «Hay un abismo de diferencia respecto a mis comienzos, todo se ha profesionalizado, aunque tampoco quiere decir que esté mejor El deporte se ha vuelto más previsible con el 'scouting' de los técnicos, y con menos margen para la genialidad, aunque sigan apareciendo genios que nos sorprenden».

Como despedida, una frase que denota una vida enriquecida por la experiencia y plena de matices, tantos como las aristas de su profesión: «El paso del tiempo nos vuelve más mansos, aumenta el nivel de comprensión hacia ciertos problemas. Sólo no tiene perdón la deslealtad; las equivocaciones se perdonan», confiesa Antonio Jurado, un hombre con manos de santo.

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