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ARGENTINO. Claudio Caniggia, en el Hotel Guadalpín de Marbella. / JOSELE LANZA
Claudio Canniggia, ex futbolista: «La mayor frustración de mi carrera ha sido no haber ganado un Mundial»
FÚTBOL

Claudio Canniggia, ex futbolista: «La mayor frustración de mi carrera ha sido no haber ganado un Mundial»

Asentado en Marbella, el argentino se plantea crear allí una escuela de fútbol para niños

PEDRO LUIS ALONSO

Lunes, 12 de mayo 2008, 03:55

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La primavera retrasada se ha tornado en breve en un estío acusado en la Milla de Oro. Más de treinta grados. No se sabe bien si los que vino a buscar a Marbella Claudio Caniggia, que no ha cambiado su fisonomía tras su retirada. Sólo se le echa en falta la cinta en el pelo. El bonaerense ya es un costasoleño de adopción, donde quiere fundar una academia.

¿Por qué en Marbella?

Venía de vacaciones aquí y me gustó el lugar. Entonces, cuando dejé de jugar al fútbol lo elegí. Es un sitio tranquilo, relajado. Está bien para la familia y los niños, es un buen lugar para que crezcan. En Italia no me dejarían tranquilo. (Le interrumpe una llamada, que contesta en inglés. Es el delantero del Levante Shota Arveladze, ex compañero suyo en el Glasgow Rangers, que lo invita a Georgia al partido de su retirada, el 3 de julio).

Y mantiene la figura. ¿Juega o hace deporte en general?

Exacto. Sigo entrenándome. Me gusta estar en buen estado físico. Juego al fútbol con un grupo de amigos y desde hace dos o tres meses empecé a hacer tres o cuatro entrenamientos por semana. A veces lo hago solo.

¿A qué se dedica ahora?

Sigo ligado al fútbol. Estoy trabajando como asesor con algunos clubes de Inglaterra y Argentina. Mejor no nombrar qué entidades. El primer año de retirado no hice nada, pero luego... No es que sea agente, pero asesoro a varios chicos, a los que he llevado becados a Italia e Inglaterra.

¿Tiene algún otro proyecto?

Me gustaría hacer algo aquí en Marbella por el fútbol. Tengo una idea y ya he tenido dos reuniones para hacer una academia de fútbol. Creo que este es un lugar interesante donde todavía no hay un desarrollo. Hay muchos chicos de diferentes nacionalidades y pienso que es uno de los sitios con más potencial de Andalucía.

El prototipo de jugador del sur de España es un futbolista muy técnico, con talento, pero al que le suele faltar carácter y meter la pierna...

Sí, un fútbol más suramericano, ¿verdad? Seguramente en los lugares en los que hace buen tiempo y se come bien los equipos no son los mejores. Ojo, que no siempre es así, pero suelen ser conjuntos que no pelean los campeonatos.

Argentina sigue produciendo buenos jugadores. Ahora la diferencia es que siendo apenas adolescentes, vienen a Europa. Y eso que usted llegó a Italia (Verona) con 21.

Haciendo una comparación con la época en la que yo jugaba, los clubes más importantes, Boca, River o Independiente, compraban jugadores de experiencia o extranjeros y era más difícil para los canteranos entrar en ellos. Ahora el campeonato no es tan competitivo y hay menos dinero. Por eso se le da más 'chance' al joven, que madura antes, y se los vende a Europa porque los clubes necesitan dinero. Los pequeños juegan con eso.

Los últimos 'cracks' son Messi y Agüero, ya en la cúspide mundial. ¿Qué le parece cada uno de ellos?

No es cuestión de decir quién me gusta más, porque actúan en posiciones diferentes, pero serán la clave para darle algo a Argentina en los próximos diez años.

¿Qué otros futbolistas del panorama actual situaría a ese nivel?

Seguramente Cristiano Ronaldo, porque es joven y puede desarrollarse, más allá de que quisiera verlo en un campeonato como el italiano o el español, que son más difíciles. Entonces sí diría que es el mejor del mundo. Igual digo con Drogba. A mí me gustan Iniesta, Cesc y Xavi, y también Villa.

¿Está de acuerdo en la afirmación de que usted rindió mejor en la selección que en clubes?

No. Yo tuve muy buenos años en Italia, tres o cuatro espectaculares con el Atalanta. Lo que pasa es que la selección siempre fue algo muy especial para mí.

Su gran frustración es no haber ganado un Mundial.

Sí, es lo único que me ha quedado a lo mejor. Una espina clavada. No haberlo hecho habiendo tenido dos buenas oportunidades. Una, en Italia 1990, cuando llegamos a la final, y la otra en 1994, con un equipo espectacular.

Incluso, no haber podido jugar una final de un Mundial, por una inoportuna amarilla en la semifinal.

Es la mayor frustración para mí. Jugué los seis partidos primeros y, soberbia aparte, estaba muy bien, hubiera hecho cosas diferentes en la final. Argentina no tenía un equipo para arrasar, pero se presentó ahí.

Esa amarilla que le mostró el francés Michel Vautrot, ¿fue una injusticia o un error suyo?

Fue un momento instintivo. No veo bien para nada la estupidez de la sanción por dos amarillas en un caso como ese. Una mano en la mitad de la cancha, sin influir nada...

Un gol suyo eliminó a Brasil en octavos, y en semifinales marcó el tanto que acabó con el periodo imbatido de Zenga, el más largo en una fase final: 517 minutos. Ahí es nada.

Me quedo con el de Brasil, el más importante de mi carrera. Con ellos hay una rivalidad enorme.

Cuéntenos la verdad de los bidones presuntamente envenenados contra Brasil; ya sabe, la denuncia de Branco.

No, nosotros no envenenamos a nadie. Se ganó porque se ganó, en la cancha. No perjudicó nada.

Entonces asume que hubo algo.

No, no hubo nada (risas). No crea a Maradona, que me parece que lo dijo una vez.

Formado en River, pero ex jugador de Boca, a donde fue desde Italia.

Para mí la de River es la mejor escuela. Se exige el fútbol lindo. Boca es diferente. En la cancha se grita los noventa minutos aunque el equipo vaya perdiendo. Tengo mitad y mitad. Mis colores son los de Argentina.

¿Por qué cree que España nunca gana nada?

Quizás sea un problema cultural. Es increíble cómo teniendo los jugadores que tiene nunca ganó una Copa del Mundo, aunque mi experiencia me dice que, además de tener grandes futbolistas, hay algunos que son los que te llevan a ese primer escalón, el de ganar títulos. Totti, Del Piero o Raúl son buenos futbolistas, pero...

La velocidad fue una de sus grandes virtudes. ¿En cuánto corría los cien metros?

En 10.70.

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