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ARTE. Entrada a uno de los salones del hotel.
El hotel surrealista
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El hotel surrealista

Le Meurice, el lujoso hotel parisino donde Dalí pasó largos periodos durante 30 años, se redecora con claros guiños al genio español

TEXTO: CARMEN FUENTES

Sábado, 26 de abril 2008, 03:51

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SI Dalí era mucho Dalí, el hotel Le Meurice no se queda atrás. Por sus elegantes pasillos, llenos de muebles de estilo Luis XVI, paseó su tristeza el Rey Don Alfonso XIII, junto a toda su familia, cuando, tras la proclamación de la República, fue expulsado de España en aquel 1931 que tantas convulsiones traería. Allí se alojó, no como rey (aunque así le trataban) sino como duque de Toledo, durante muchos años. Lo hizo en la suite 106-108, como cuando ocupaba el Trono, y visitaba París como Monarca de España.

Allí, en aquel Meurice de la época, en pleno corazón de la capital francesa, justo en el arranque de la rue de Rivoli, muy cerca de la Plaza de la Concordia y frente de los maravillosos jardines de las Tullerías, Don Alfonso XIII primero, y Salvador Dalí después, hicieron del hotel su hogar. El Rey incluso se mandaba traer los muebles de Madrid, para sentirse como en casa. A Dalí no le hacía falta que le enviasen nada porque él solito se bastaba y sobraba para entrar en ambiente, casero u hotelero.

Cuenta la hoy directora general del Meurice, Franka Holtmann, que el precio que se pagaba en aquella época por una suite era el equivalente a unos 7.000 euros diarios de hoy. Bien lo valía porque el Meurice ha sido y sigue siendo uno de los grandes clásicos de la hostelería parisina, además del hotel de lujo más vinculado a España, tanto por la presencia del Rey como por la del genio de surrealismo que se propuso a conciencia hacer del hotel el lugar más pintoresco y creativo de París gracias a la presencia de artistas, alumnos de Bellas Artes, literatos y pensadores de aquellas décadas anteriores al mayo del 68, que acudían a ver no sólo la obra del artista, sino a presenciar alguna excentricidad del genio.

Remodelación

Los ilustres huéspedes se fueron para siempre pero quedó su recuerdo. En el año 2000 el hotel entró en un proceso de remodelación completa. Estuvo cerrado más de año y medio y producía tristeza verlo en obras al pasear bajo las arcadas de la rue de Rivoli. Pero eso es pasado y ahora es una alegría contemplarlo impregnado en la más surrealista de las atmósfera, gracias a la labor de Philippe Starck que, enamorado de ese movimiento artístico, ha sabido dar el toque de glamour que el hotel estaba pidiendo. Y lo ha hecho a base de guiños a la obra de Dalí, en la que se ha inspirado para su redecoración. Todo, por el módico precio de cuatro millones de euros, más otros 140 millones de la remodelación del fabuloso edificio.

Los toques dalinianos de Starck se ven ya en la recepción, con esa mano gigante colgada del techo, en el bar (los taburetes son tronas de niño) pero, sobre todo, en el restaurante 'Le Dalí', en cuya atmósfera revolotea el alma del artista.

Le Meurice es uno de esos hoteles románticos que son todo un capricho para los sentidos, aunque también un abuso para el monedero, algo que poco le debía importar a Dalí porque se permitió el lujo de pasar allí, y durante 30 años seguidos, todos los meses de diciembre haciendo de las suyas.

Todavía hoy trabajan algunos empleados de aquellos años locos del padre del surrealismo. William Oliveri, el barman, fue testigo de sus excentricidades, porque a Dalí no se le ocurría otra cosa que mandar a los 'valets' del hotel a cazar moscas -a 10 céntimos de franco la pieza- a los jardines de las Tullerías para después colar los insectos en las mermeladas del desayuno de ilustres huéspedes. Dalí tenía fascinación por las moscas, decía que eran animales muy superiores debido a las 800 facetas que tenían sus ojos. En cierta ocasión cuando Dalí vio aparecer a Don Juan de Borbón por el bar del Meurice se dirigió a él como 'majestad' y ante él se inclinó con una respetuosa reverencia. El Conde de Barcelona quiso invitarle a un 'dry martini', pero Dalí le respondió que su corazón no tomaba alcohol.

Pianista sin zarzuela

Como todos los genios Dalí tenía una mascota que traía loco al servicio porque, aunque era un cachorro (pero de jaguar), el animalito hacía de las suyas afilando sus garras en las alfombras persa. Ese bar todavía conserva el mismo piano de cola al que se acercaba Dalí para regañar al pianista por no saber ni una sola zarzuela.

Le Meurice tiene entre sus muros más de dos siglos de historia y miles de anécdotas, como la protagonizada por el pintor un día que quiso armar la marimorena. Pidió al servicio que le llevasen a su suite todas las ovejas que encontrasen en las granjas de los alrededores de París y, una vez organizado y presentado el rebaño en sociedad, cogió una pistola y empezó a disparar a tan «ilustres» huéspedes. Lo hizo con balas de fogueo pero la que allí se armó fue comentario del todo París.

Entre los años 50 y 80, Dalí dio vida a ese hotel. Nunca ha habido tantos hombres ricos en el mundo como hoy. Así, nada extraña que haya muchos que quieran pagar elevadas cifras para hospedarse en esa suite tan emblemática y presumir de «dalinismo», ocupando la suite del pintor y respirando el aire de este emblemático hotel.

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