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FRAN PEREA. El actor malagueño fue entrevistado por jóvenes saharauis del taller de Periodismo. / SUR
Crónicas en el desierto
MÁLAGA

Crónicas en el desierto

Cuatro universitarios de Málaga han enseñado periodismo en los campos de refugiados saharauis dentro del V Festival Internacional de Cine

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Jueves, 24 de abril 2008, 10:46

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EL día es caluroso como siempre lo es en el desierto y la sala es pequeña, pero bien aprovechada. Durante el resto del año, en ella se imparten clases de español a jóvenes refugiadas saharauis, que en esta Escuela de Formación de Mujeres de Dajla (una de las cuatro provincias en las que se han dividido los campamentos de refugiados levantados hace 33 años en un desértico pedregal cedido por Argelia), se preparan para ser autosuficientes, manejan ordenadores, cámaras fotográficas, realizan montajes de vídeos y, con la ayuda de microcréditos, empiezan a levantar pequeños negocios que les permiten unos mínimos ingresos y que también reafirman su idea de que es necesario ir más allá del asistencialismo que acompaña a la ayuda humanitaria con la que ahora subsisten.

En esa pequeña sala, Salamu Hamudi ha explicado a un grupo de chicas nociones básicas para realizar una entrevista. Mientras, a unos metros de allí, Sergio Rodrigo atraviesa la jaima en la que está Fran Perea, al que le propone someterse a una entrevista inusual. Minutos después, el actor malagueño se sienta frente al grupo de recién estrenadas periodistas de coloridas mehlfas.

Salamu Hamudi y Sergio Rodrigo son estudiantes de segundo de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Málaga, como también lo son Yasmina García y José Antonio Bautista. Entre el 15 y el 20 de abril los cuatro han impartido un taller de textos periodísticos en Dajla. El proyecto ha sido financiado por la Universidad de Málaga y se ha desarrollado en el marco del V Festival Internacional de Cine del Sahara, que en esta ocasión ha contado con la presencia de Javier Bardem, desplazado hasta los campamentos de refugiados saharauis para reivindicar el derecho a la autodeterminación de la antigua colonia española ocupada por Marruecos.

Un festival paralelo

El grupo de Periodismo ha formado parte de ese otro festival, que discurre paralelo al de los nombres famosos y que se nutre de voluntarios anónimos que se mezclan con el pueblo para entregar lo mejor de sí mismos. Traductores, técnicos, iluminadores, fotógrafos o informáticos cuyo objetivo ha sido hacer partícipes a jóvenes, mujeres y niños de este acontecimiento que transforma durante una semana el trozo de este árido pedregal, en el que sobreviven miles de exiliados.

«La idea era que se integraran en el festival, porque el festival es para ellos», explica Yasmina. Y el vehículo para la integración ha sido la elaboración por parte de los alumnos saharauis de noticias, crónicas, críticas y entrevistas en torno a la programación.

«La película no me ha gustado, porque la mujer llevaba unas gafas muy feas». Esta es parte de la crítica que hizo un pequeño saharaui tras visionar 'Cándida' en la gran pantalla instalada en el desierto. Quizá sea escueta, pero nadie negará que es contundente y sincera. Con los trabajos realizados durante esta semana en los talleres, el grupo de Periodismo editará una revista.

«La experiencia ha sido escueta y nos ha sabido a poco, pero también ha sido la mejor semana de nuestras vidas», resume Sergio, que asegura que ya no son las mismas personas que partieron: «De vuelta, ya en Madrid, nos sentíamos raros. Creo que nos hemos vuelto más sentimentales. Coger la mano de una niña y llevarla al cine por primera vez es muy emotivo. Hemos llorado todos los días y desde que llegamos a Málaga apenas hemos querido salir».

Valorar a la gente, a la familia, a los amigos por encima de cuestiones materiales. Ese es el aprendizaje que se trae Yasmina: «Creo que ahora valoro más lo que tengo, pero en relación a las personas. Para mí, ahora, la gente es lo que cuenta».

Sergio Rodrigo ha sido el promotor de la idea. Supo que tenía que hacer algo cuando en febrero visitó el campamento de Dajla, en el que vive una de las jóvenes que su familia ha acogido durante cuatro veranos en Málaga: «Llevaba dos años sin verla y me planté en los campamentos. Fue una experiencia muy triste. Vi que los jóvenes estaban agobiados, sin ganas de nada. Por la tarde no tenían otra cosa que hacer que ver llegar la noche. Decían que querían ir a la guerra, porque allí no hacían nada; no había futuro».

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