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LA CRÍTICA. NARANJO EN FLOR *

Vaya milonga

FRANCISCO GRIÑÁN

Jueves, 10 de abril 2008, 03:38

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Director: Antonio González-Vigil. Intérpretes: Eduardo Blanco, María Marull, Dalia Elnecavé, Fausto Collado, Verónica Bonter. Nacionalidad: España-Argentina. Año: 2008. Duración: 93 min. Sinopsis: Malena es una atractiva mujer, psicoanalista de profesión y tanguera por devoción. Una noche mata accidentalmente a un tipo y decide ocultar su crimen. Días después, ve en un noticiero a la esposa y a la niña del hombre a quien mató: un policía.

NO hay manera. La sección oficial continuó ayer por tercer día consecutivo sin levantar cabeza. En primer lugar, se estrenó 'Naranjo en flor', debut en la dirección de largometrajes de un hombre vinculado a la producción audiovisual en España, Antonio González-Vigil, que se encarga de la producción, guión y dirección. Un cinta muy personal que mezcla una historia de amor entre una psicoanalista y un inspector de policía con una investigación criminal a raíz de la muerte accidental a manos de la psiquiatra de un hombre que resulta ser un policía. Un 'thriller' que habría dado para un rato entretenido, pero que se acaba perdiendo en el deseo de convertir el filme en cine de autor.

Rodada en Argentina y con actores latinoamericanos (Eduardo Blanco, María Marull y Dalia Elnecave protagonizan el filme), 'Naranjo en flor' tiene demasiado ruido. No me refiero al sonido -lo peor es la imagen, con una fotografía de apariencia descuidada-, sino al ruido del guión. La trama del homicidio y de las pesquisas se complican voluntariamente con una voz en off innecesaria y molesta, unos diálogos excesivos, un tono discursivo, mucha música y letras de Sabina -tal vez lo más integrado en el relato-, y la imprescindible presencia del tango por el simple hecho de que el filme está rodado en Buenos Aires. Eso sí, 'Naranjo en flor' toma su título de un clásico tango homónimo, pero tanta milonga y paso de baile no tiene justificación alguna en la trama de la película que va por derroteros de género diametralmente opuestos.

El excesivo adorno de una historia sencilla hace que muchas escenas rayen en la pedantería. Y al final, la película suena a milonga.

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