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TEXTO Y FOTOS: MARÍA JOSÉ CRUZADO
Martes, 11 de marzo 2008, 02:52
KIKANAE vendió 30 de sus 110 vacas para comprar un terreno en Kenia. Ahora recorre España para construir en ellos una escuela a la que puedan acudir los niños de su tribu, los masai mara. Afirma que no es un hombre rico, ni siquiera puede permitirse aún varias esposas. Así que la venta de una parte importante de su patrimonio para conseguir los terrenos dice mucho de su carácter. Pero aún más que haya tenido la valentía de salir por primera vez de su poblado, abandonar a sus guerreros, su modo de vida y las más de 500 personas que dependen de él, para viajar a Europa. Ya es raro ver a un jefe masai en la propia Nairobi, pero aún lo es más verlo en Fuengirola, el último de los tres destinos que ha visitado en nuestro país después de Madrid y Alicante.
Viene de la mano de la ONG Kenya Cheetah Foundation que tiene como principal objetivo la conservación del guepardo, y de uno de sus miembros fundadores, Maurizio Fregoni. Kikanae le llama Leshan, que para los masai significa 'El hombre de la lluvia que viene', porque la primera vez que lo vio, antes de iniciar su amistad, lo precedió una gran tormenta. Él también tiene un nombre inglés, William, y un tercer nombre que procede de sus ancestros, todos ellos jefes masai: Pere.
No es político así que evita hablar del sangriento enfrentamiento que mantienen los dos principales partidos de su país, y de algunas costumbres polémicas como la ablación femenina. Representa a una cultura muy antigua en torno al pastoreo, que conservan alrededor de medio millón de masais. Kikanae dice que es autodidacta y aprendió a leer y escribir de los turistas, porque su familia era muy pobre para pagarle una escuela. Con el tiempo, ha visto cómo «nuevas enfermedades desconocidas para ellos» han atacado a los miembros de su tribu y que la medicina que extraían «de la tierra y los árboles» ya no era útil. Ahora quiere crear un colegio y una pequeña clínica para que los masai se conviertan en «profesores, enfermeros y médicos y no tengan que depender de la medicina del hombre blanco para sobrevivir». Quiere mejorar las condiciones de vida de su pueblo pero al mismo tiempo «conservar intactas las tradiciones ancestrales de los masai», evitando que les suceda como a otros tribus africanos que han sucumbido a la fascinación que provoca en ellos Occidente.
Curiosidad
Es consciente de la expectación que levanta allí por donde va y eso que aquí ha decidido ponerse zapatos. «Nosotros no conocemos los zapatos ni el dolor de espalda», sonríe. Pero ha querido viajar con el atuendo tradicional de su tribu, el 'swaka', que rivaliza en intensidad con los colores de África. Sus numerosos adornos tanto en el pelo como en el cuello denotan su estatus social. Durante la entrevista no se ha desprendido ni un momento de su bastón de mando. Es un jefe masai joven pero con mucha experiencia, aunque no sabe exactamente la edad que tiene. «Vosotros tenéis los relojes, nosotros tenemos el tiempo», sentencia mientras agita el báculo. «Puede que tenga unos 29 años, no sé exactamente el día y el año que nací».
Es complicado explicarle a un jefe masai que caza leones en la selva keniata la curiosidad morbosa que despierta fuera de su país. Sebastián Gosatti, presidente de Nakupenda África, la otra asociación responsable de su presencia en Fuengirola, lo intenta, pero al final cae ante la evidencia. Los masai, como Kikanae, viajan sólo con lo imprescindible y sólo piden lo necesario. Aún no tiene el dinero para su escuela, pero sabe que llegará.
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