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ALMUDENA NOGUÉS
Lunes, 25 de febrero 2008, 02:52
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Los mayores ganan peso demográfico en la provincia a un ritmo vertiginoso. La radiografía que aportan las tablas estadísticas evidencia que la ciudad comienza a caminar a ritmo de bastón. Cada vez hay más malagueños que demandan una atención sanitaria de calidad para hacer frente a diversas enfermedades que se agudizan con la edad y que requieren de una asistencia especializada. Un reto para el que el mercado laboral debe coger aún mucha carrerilla para remontar posiciones y adaptarse a las nuevas necesidades de la población. Las empresas que gestionan los geriátricos de la provincia reconocen que se enfrentan a «serios problemas» para contratar a profesionales con la titulación adecuada para cuidar a los ancianos.
El pasado 14 de noviembre, la Ley de Dependencia dio un nuevo giro de tuerca a este escenario. Con el propósito de mejorar la calidad en la atención a los mayores, la normativa refuerza las exigencias que hasta ahora soportaban las residencias y les obliga a tener en plantilla a un auxiliar de clínica o gerocultor por cada cuatro usuarios. Dentro de este ratio del 0,25, la norma establece que, como mínimo, el 70% de los profesionales deben tener una titulación oficial, mientras que para el 30% restante el requisito de formación se rebaja a cursos de 600 horas. Esta exigencia afecta tanto a las residencias públicas como a los centros privados que quieran acreditar sus servicios para acceder a conciertos.
Nuevos requisitos
El problema, como subrayan expertos del sector, es que las obligaciones que plantea la Ley de Dependencia se dan de bruces con la realidad de las bolsas de trabajo. El presidente de la Asociación de Residencias de la Tercera Edad de Málaga, José María Escobar, corrobora esta dificultad para cubrir las plazas de gerocultores que les requiere la nueva normativa.
«La administración nos exige un nivel de titulados que no hay en la calle. Cuando buscamos y empezamos a tirar de la bolsa no logramos cubrir los puestos que necesitamos porque los profesionales que hay titulados acaban yéndose al sistema público, por la mayor comodidad», explica Escobar, quien insiste en que esta problemática se da en Málaga y en toda la comunidad andaluza. «Hay pocos gerocultores y, para colmo, los pocos que hay en cuanto les sale la oportunidad se van a la Seguridad Social. A mi, por ejemplo, hace poco se me fueron tres enfermeras de golpe», relata.
El secretario de la Sociedad Andaluza de Geriatría, José Antonio López Trigo, recuerda que esta situación es fruto del fuerte aumento demográfico de los mayores de 80 años. «Esta población se ha disparado, y su crecimiento no se ha correspondido con un incremento proporcional del número de plazas en residencias ni del personal formado y especializado para asistirles. Vamos adaptándonos a remolque», critica.
A juicio de este experto en geriatría, la descompensación que impera en las residencias entre mayores y profesionales preparados para asistirles es pura cuestión de convenio, de nómina. «Como cobran menos, se van al ámbito público para ganar más», recalca. Ante esta falta de titulados, los geriátricos no tiene más remedio que salir del paso contratando a cuidadores que, si bien no tiene el título académico exigido por ley, si cuenta en su currículum con una amplia preparación forjada a base de cursos y talleres. «Muchos de estos trabajadores tienen más de 500 horas de formación, sin embargo, a la Administración no le vale», denuncia Escobar quien pide que los inspectores sean flexibles en la aplicación del ratio. «Si no, que nos digan dónde buscamos a los titulados. Ojalá lo supiéramos», dice.
Estos cuidadores, como se denomina en los centros de tercera edad a los profesionales sin titulación, se encargan de tareas menos especializadas como hacer las camas, preparar comidas o limpiar. Por contra, las funciones más específicas que requieren conocimientos concretos se reservan a los auxiliares de clínica. «Lo que intentamos es que ellos asuman el trato directo con los abuelos, la medicación o el moverles», enumera José María Escobar.
Cuestión de cariño
Pese a esta distinción interna entre cuidadores y gerocultores, el responsable de la Asociación Provincial de Residencias de la Tercera Edad recalca que la citada diferenciación no perjudica en nada a la atención de los ancianos. «Hay que recordar que aunque no tengan título, son personas con más de diez años de experiencia y muy preparadas. Además, este trabajo es más de cariño que de otra cosa», defiende. López Trigo, discrepa. «Los mayores están bien atendidos. Eso no se discute, pero si queremos avanzar hacia la excelencia es necesario acatar la norma. Su cuidado no es cuestión de vocación, sino de cualificación», plantea al tiempo que demanda una mayor oferta de formación. «Existe una laguna, y es que apenas hay formación específica para atender a los ancianos, por lo que deberá intensificarse», concluye.
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