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EDAD. Los niños se visten a la última con modelos en los que los complementos tienen gran protagonismo.
Grandes marcas lanzan colecciones para el público infantil
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Grandes marcas lanzan colecciones para el público infantil

El lujo se encoge

TEXTO: MARINA MARTÍNEZ

Domingo, 4 de noviembre 2007, 02:43

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CUERPO de seda con cuello de franela de Cacharel (87 euros), bermudas de pana estilo leopardo de Monnalisa (87,50 euros), cinturón ancho de Thomas Burberry (35 euros), pulsera de Versace (24 euros), botas de cuero y piel de Pablosky (49 euros), y abrigo de pana de Armani (135 euros). Total: 417, 50 euros. La cifra no está mal, teniendo en cuenta que no es el fondo de armario de una cuarentona, sino el de su hija. Con apenas nueve años, ya está al día en cuestión de moda. Las grandes marcas se lo ponen fácil. Desde Burberry a D&G, Ralph Lauren, Diesel, Roberto Cavalli, DKNY o Moschino, los 'pesos pesados' de la industria han visto en el público infantil un mercado por explotar y se han lanzado a su 'caza y captura' con colecciones exclusivas. Saben que es un sector en auge. Para más señas, el último Informe Mintel Internacional, que revela que el 20% de la recaudación del mercado del lujo tiene como destino final los hijos. En España, firmas como Francis Montesinos o Victorio y Lucchino también se han querido subir al carro. Aunque, en su mayoría, siguen manteniendo la tradición. Para Adolfo Domínguez, por ejemplo, el objetivo es ofrecer ropa «ponible, con voluntad de belleza y poesía».

Sin embargo, a nivel internacional, las firmas tienen más experiencia y tienden a la miniaturización de los modelos adultos. No hay más que echar un vistazo a clásicas revistas como 'Vogue' o 'Telva', que también tienen sus propias versiones infantiles.

¿Para qué cogerle entonces el bolso de Gucci a mamá teniendo uno propio? Ahí radica el 'quid' de la cuestión. Blusas con chorreras, colores oscuros, medias de rejillas... ¿No son más propios de maduritas? «No siempre se adaptan los modelos a la edad. Hay que pensar que no sólo se trata de cambiar la talla, sino de ver quién va a llevar la prenda y pensar que el niño tiene unas exigencias diferentes en cuanto a uso y comodidad», advierte Pepa Ortiz, directora de la Feria Internacional de Moda Infantil y Juvenil de Valencia.

Hasta se han abandonado colores clásicos como el azul y el rosa, lazos y puntillas, para aprovechar las propuestas adultas. No en vano, como observa Ortiz, la nueva temporada viene marcada por una reinterpretación de los ochenta, protagonizada por cremalleras y tonalidades oscuras.

Menos hijos, más calidad

A juicio de la experta, todo viene de familia. Sin olvidar que se tienen menos hijos y se les da más calidad de vida. «Si una persona es fiel a una marca, lo habitual es que guíe a su hijo hacia ella», considera Ortiz. Al menos, es lo que suele ocurrir hasta los seis o siete años.

«Hasta que los niños eligen por sí mismos, la decisión de compra es de los padres. Sienten debilidad por los hijos y son capaces de sacrificarse por ellos para que no les falte de nada, ya sea por presión social, por complejo o por darles lo que no tuvieron de pequeños», sostiene el sociólogo y periodista especializado en moda Pedro Mansilla.

Los grandes nombres se han dado cuenta de ello e invierten sus esfuerzos en diversificar su valor de marca, tanto en ropa como en complementos e incluso perfumes (hay uno que emula el frasco de Chanel número 5). Louis Vuitton ha creado una versión mini de su mítica chaqueta Mackintosh al 'módico' precio de 500 euros y Dior ha diseñado una línea para bebés, Baby Dior, con edredones, toallas, biberones, bolsas para los pañales e incluso cucos de élite. No es algo nuevo. La firma francesa metió la cabeza en el segmento infantil en los años cincuenta, a raíz de un encargo de Grace de Mónaco para su hija Carolina. También Burberry lleva casi treinta años dentro del sector.

Sin embargo, el auge proviene de final de los noventa y principios de 2000, marcas como Hermès, Levi's, Gianfranco Ferré, o cosméticas como Bobbi Brown comenzaron a imponer una miniaturización de los productos de adultos.

Aparentemente, puede tener su gracia, pero resulta un arma de doble filo. Petra María Pérez, catedrática de Antropología de la Educación de la Universidad de Valencia, lo ve claro: «Las marcas saben que los padres acabarán comprando lo que los niños quieren, por caro que sea». En su opinión, parte de culpa está en la sociedad de la información. «La niñez se está viendo erosionada, al desdibujarse las fronteras entre la infancia y la adultez. Los cambios en los contextos en los que los niños se educan hacen que podamos hablar de la reducción de la infancia», aclara Pérez, convencida de la rápida apropiación de los modelos adultos por parte de los pequeños.

Ahí, la moda adquiere un gran protagonismo. Como recuerda Pedro Mansilla, se ha llegado a un punto en el que «si no te disfrazas de marca no eres reconocido». Los chavales se han dejado contagiar por la tendencia, quizás llevados por el temor a ser despreciados por el grupo o por ese deseo típico de la época de aparentar otra edad. «Pasados los 35, la mayoría de la sociedad aspira a parecer más joven; sin embargo, en la infancia, la tendencia es querer ser mayores porque se identifica con libertad», observa el sociólogo.

Dentro del grupo

Todo unido da lugar a lo que Petra María Pérez denomina los 'nuevos niños', partidarios de los comportamientos estandarizados «que les dan seguridad y les sirven como amalgama del grupo». Huelga decir que la moda es uno de sus principales referentes. «Los niños, hoy en día, están en contacto con la publicidad y actúan desde muy pronto como consumidores. Saben lo que quieren y cómo insistir para conseguirlo», añade.

Aquí entra en juego la influencia de los famosos. Sin ir más lejos, Madox, el hijo mayor de Brad Pitt y Angelina Jolie, es considerado por las marcas como 'trendsetter', un nuevo término con el que se designa al modelo infantil de tendencias. No es extraño. De hecho, Pedro Mansilla advierte de que la imitación es el motor de la moda, «un fenómeno de contagio».

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