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MÚSICA

Hombres negros y diablos azules

MARIO VIRGILIO MONTAÑEZ

Viernes, 28 de septiembre 2007, 11:05

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LAS figuras como Bessie Smith, muerta de forma tan absurda como trágica hace 70 años, o ese ángel caído que se llamó Billie Holiday, bastan para justificar la fama de autenticidad y esbelta desdicha que el género musical de blues arrastra desde hace décadas. Aunque no se tenga oído para el jazz, ni por lo tanto afición, ese género hermano y paralelo llamado blues ha ido hechizando nuestros oídos, que saben apreciar que nos encontramos ante una música triste y que cuando es cantada debe relatar historias en consonancia. Así es, así ha sido. Intentemos explicar por qué esa música de dolor y piel oscura sigue vigente, por qué nos atrae.

El crisol de la música negra norteamericana fue las plantaciones, los galpones de esclavos donde los ritmos africanos se iban tiñendo de mensajes cristianos sobre la liberación futura, extraídos tanto de los himnos cantados en las iglesias como de los sermones y los mensajes bíblicos. Ahí es donde nacerían los Espirituales Negros, pero también los blues, aunque haya investigadores que lleven la raíz del blues hasta los tiempos anteriores a la esclavitud y, por tanto, directamente a África. Como sucede con el jazz en su sentido más general, con el mismo flamenco o con el tango argentino, la genealogía de esta música sigue siendo múltiple, misteriosa e imprecisa. A lo más, está el dato de que fue en las últimas décadas del siglo XIX cuando algo sucedió para que se independizara y desgajara de un tronco previo y confuso. A lo más, se puede precisar que ya en el siglo XVI se usaba la expresión «blue devils», diablos azules, para referirse a la tristeza, el abatimiento, y en 1798 aparecerá esa expresión como título de una farsa de George Colman, y en 1807 Washington Irving también recurriría a la misma en su obra 'Salgamundi'.

Los orígenes

Un ejemplo de este uso puede verse en una carta del dramaturgo David Garrick que en 1741 escribía: «En la ciudad hace un calor bochornoso, y aunque disto mucho de encontrarme bien, por lo menos ya no siento el agobio de los blues». Pero habrá que esperar al siglo XX para que ese color, que desde siempre en inglés ha significado también triste, aparezca asociado a una música: en 1903 lo usará el folclorista Charles Peabody en un estudio sobre la música de los aparceros de Mississippi y en 1912 W. C. Handy titulará 'Memphis Blues' a la primera composición conocida que incorporaba el término en el nombre.

El musicólogo Frank Tirro señala que «el blues es una proclama personal expresada en términos musicales que resulta válida para todos los miembros de la sociedad» y que pueden diferir en ánimo, tema, perspectiva o forma de presentación: el blues no tiene por qué ser intrínsecamente pesimista, aunque haga referencia frecuente a la desolación o el fracaso. En cuanto música que busca la catarsis, la purificación a través del canto, se enfrenta a temas dolorosos, de los que los principales serían la pobreza, la emigración, las disputas familiares y la opresión. A través de la enunciación cantada del problema, de su expresión, se llega a la resignación la mayor parte de las veces. E incluso al optimismo.

Los valores del género

La mejor síntesis de los valores del blues la hace de manera nítida y sin discusión el propio Tirro: «El blues guarda una sensualidad expresiva que resulta casi exultante en su afirmación de la vida. Su música alivia el dolor, aportando una válvula de escape a la frustración, el dolor o la furia que puedan sentir el intérprete de blues o su audiencia. En su entorno natural, sea rural o urbano, el cantante de blues se siente estrechamente vinculado a su público. La descripción que efectúa el artista de sus propios estados de ánimo es asumida por un público que ha vivido experiencias idénticas o, cuando menos, similares».

Otro analista, Paul Oliver, insiste en la capacidad catártica del blues, ya que se canta para combatir esos demonios azules de la tristeza, hasta el punto de que la tristeza, el desgarro, son esenciales para todo verdadero intérprete de blues. Un blues cantado sin rabia será una falsificación, de ahí que las voces sean a menudos guturales o ásperas, con «notas aminoradas o ensombrecidas que producen efectos tristes y luctuosos. Por este motivo muchos de sus intérpretes afirman que se puede imitar la interpretación del blues, pero no el sentir del blues».

Billie Holiday es hoy día la gran cantante clásica de blues. Con justicia. De ella quedan como joyas sin superar 'Stormy weather' y el terminal 'The end of a love affair'. De entre las cantantes clásicas de los tiempos más duros, la reina sin duda es Bessie Smith, y por encima de todas sus piezas la obra maestra de 1929, ejemplar testimonio de la depresión económica, 'Nobody knows you when you're down and out'. Pero si se busca un blues cantado con una rabia perfecta, dolorosa de puro real, habrá que volver los oídos a Janis Joplin con 'Turtle blues'. Si optamos por cantantes masculinos, ahí tenemos a Louis Armstrong con interpretaciones señeras de 'You know what it means to miss New Orleans' («Sabes lo que significa añorar Nueva Orleans / y añorarla cada noche y cada día...»), 'St James Infirmary' («Fui al Hospital de St James / y vi a mi chica allí: / estaba estirada sobre una mesa blanca / tan dulce, tan fría, tan hermosa») o 'Basin Street blues', Howlin' Wolf (literalmente, Lobo aullador) con su desgarro absoluto, John Lee Hooker, acanallado y bronco con 'Onebourbon, one scotch, one beer' o Robert Johnson, que aunque sólo dejó grabadas 29 canciones (fue entre 1936 y 1937), puede considerarse padre musical de los bluesmen que le siguieron.

El blues más reciente

Por no quedarnos en tiempos tan antiguos, mencionemos brevemente a B. B. King, veterano donde los haya pero que tuvo que esperar a colaborar con Raimundo Amador para ser popular en España, o a Eric Clapton como excelente cultivador blanco del blues, a la intensa rareza 'Yer blues' de The Beatles incluida en su «doble blanco», el blues electrónico y cañero de Johnny Copeland o las raíces de blues presentes en la música de nuestros paisanos de Tabletom.

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