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VIENTO Y MAR. Los 35 kilómetros de costa de Tarifa aseguran jornadas de deportes acuáticos sin aglomeraciones.
La capital del viento
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La capital del viento

Los windsurfistas toman Tarifa, cuyas playas reciben estos días hasta 100.000 visitas. Tiendas, hoteles y escuelas giran en torno al turismo

TEXTO: VICTORIA PEÑA

Miércoles, 25 de julio 2007, 10:48

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ÚLTIMO rincón al sur de Europa y balcón con vistas a África, Tarifa, ese pequeño pueblo pesquero de 17.000 habitantes, situado a tan sólo 14 kilómetros de Marruecos, crece como una ola en verano para acoger a cerca de 100.000 visitantes atraídos por sus magníficas playas de finísima arena blanca y sus múltiples posibilidades de ocio y aventura. Cuenta con 35 kilómetros de costa, una extensión que hace posible disfrutar del sol y del mar sin las aglomeraciones que se producen en otros lugares turísticos de la Península.

Los primeros surferos llegaron a este enclave de la Costa de la Luz a principios de los años 70. Muchos de ellos, hipnotizados por el lugar, se quedaron a vivir para siempre y montaron sus escuelas de vela. Ese fue el germen de lo que hoy se considera uno de los principales paraísos del mundo para la práctica de deportes acuáticos. Aunque es posible navegar en todo el litoral, Valdevaqueros es el arenal más concurrido. Cuerpos esculturales y muy bronceados, melenas al viento, pulseras y gargantillas de cuero, camisetas con dibujos de surf a la espalda, trajes de baño hasta la rodilla o pequeños biquinis la convierten en la playa de moda para los amantes de la vela.

Sopla el viento de Levante. Desde primera hora de la mañana, las aguas azules del Atlántico y del Mediterráneo, que se dan la mano en este punto, se inundan de pequeñas motas de colores. Son las velas de los windsurfistas que han madrugado para aprovechar que Eolo ruge con fuerza.

Un gran espectáculo

El cielo también está cubierto de extraños pájaros que bailan sin parar. Las cometas de 'kate-surf', la última forma de navegar sobre tabla que arrasa en Tarifa, vuelan al ritmo que marcan sus patrones. Conforme pasan las horas, llegan más tablas, más velas, más cometas... Nadie quiere perderse un magnífico día de viento y sol, ya sea para volar entre las olas o para observar el espectáculo.

Cuando los relojes marcan el mediodía y el hambre aprieta, llega el momento de recuperar energías. Los chiringuitos de la zona ofrecen una comida sana y reparadora, a base de ensaladas, verduras y platos a la plancha. A partir de las cinco de la tarde, varios 'chill out' al aire libre, como Tres mares y Explora, situados en las inmediaciones de Valdevaqueros, se llenan de gente joven que espera la llegada del atardecer, un momento mágico en Tarifa.

Cuando el sol se duerme, se produce una desbandada general y todo el mundo regresa a casa para quitarse la sal y prepararse para vivir la noche. El casco histórico de Tarifa es el núcleo donde se concentra el ambiente nocturno. Para cenar, se puede elegir entre tascas con tapas típicas de Andalucía, restaurantes o puestos de comida rápida. Después, los locales de copas se llenan de veraneantes hasta bien entrada la madrugada.

Otro de los atractivos de Tarifa son sus tiendas. La calle Batalla del Salado cuenta con numerosos establecimientos de material para la práctica del windsurf, ropa hippy y surfera, bisutería, regalos y decoración. Marcas como Quicksilver, El Niño, Mala Mujer o Aldea global son las grandes estrellas.

Origen musulmán

El casco histórico atesora rincones idílicos. El trazado de sus calles y la muralla que lo rodea son de origen musulmán. Arcos y azulejos de vivos colores adornan las fachadas de las casas encaladas de blanco inmaculado. El castillo de Guzmán el Bueno es el edificio más emblemático de la ciudad. A sus puertas se levanta una gran estatua del rey Sancho IV, artífice de la reconquista de estas tierras. A sus pies se encuentra el puerto pesquero y la playa Chica, una cala muy frecuentada por los tarifeños. A continuación, se encuentra la playa de Los Lances.

Para alojarse, existe la posibilidad de elegir entre pequeños hoteles con encanto o instalarse en el casco histórico. En los últimos años han abierto sus puertas en pleno centro varios establecimientos que tienen como señas de identidad una decoración muy cuidada y un trato personalizado. Si el presupuesto es más ajustado, también hay varios hostales a precios más asequibles y cámpings.

Pero si el objetivo es surcar las olas con una vela o volar a merced de una cometa, en Tarifa se pueden encontrar cursos de iniciación. Pero si, por el contrario, el deseo es disfrutar de unos días de relax en la playa y hacer excursiones, esta localidad también ofrece interesantes alternativas. La playa de Bolonia, donde empiezan a fluir las aguas del Atlántico, está más resguardada del viento, por lo que se puede tomar el sol sin que se vuele la toalla y la arena se pegue al cuerpo. En este entorno salvaje, las vacas pacen tranquilamente en la hierba, a pocos metros de la playa. Los días claros se divisa en el horizonte la costa africana. También es posible darle un capricho a la piel y embadurnar todo el cuerpo con barro en pozas de arcilla, practicar el nudismo en alguna de sus calas o visitar las ruinas romanas de Baelo Claudia. En este enclave se situaba una ciudad romana que se dedicaba a la fabricación y comercialización de salazones de atún.

Dentro del término municipal de Tarifa, a unos 20 kilómetros del pueblo, se encuentra Zahara de los Atunes y su playa de los Alemanes. Recibe este nombre porque, después de la Segunda Guerra Mundial, fueron muchos los nazis que huyeron de su país y se escondieron en esta localidad, formando una pequeña colonia.

Protegida por grandes acantilados, la playa sabe despistar mejor que ninguna otra al fuerte Levante. Junto a los Alemanes, la playa de Atlanterra se extiende varios kilómetros limpia y salvaje hasta Barbate. En el centro de Zahara hay buenos restaurantes para comer marisco, atún de la zona o arroz caldoso. Para terminar la noche, existen dos chiringuitos, La gata y La Luna, que sirven copas entre las dunas de la playa.

Otro plan excelente para pasar una jornada inolvidable es coger el ferry a Tánger, que sale de Tarifa, y en una hora encontrarse en una de las ciudades más típicas y emblemáticas de Marruecos, ideal para perderse por sus bazares y ver auténticos encantadores de serpientes, hacer compras en el zoco, visitar la Kasbah o dar un paseo por los Jardines del Sultán, un maravilloso entorno de hierbas aromáticas, naranjos, limoneros y otros árboles.

Ruta por alta mar

Desde el puerto de Tarifa también salen a diario barcos que ofrecen una ruta por alta mar para ver los cetáceos que cruzan el Estrecho de Gibraltar. Durante todo el año, en estas aguas habitan delfines y ballenas piloto. En primavera y verano, también es posible ver orcas y cachalotes. Además, hay un importante movimiento de aves migratorias. Hasta doscientas especies de pájaros viajan por esta zona en busca de tierras más cálidas.

Tierra adentro, se encuentra el Parque Natural de los Alcornocales, el bosque de corcho más grande de Europa y pulmón de la provincia de Cádiz. Es un lugar perfecto para hacer senderismo. A lo largo de sus 165.000 hectáreas, hay varias rutas para hacer excursiones a pie, en bicicleta o a caballo.

Tarifa es, además, un sitio privilegiado para los amantes del golf. En sus alrededores existen algunos de los mejores campos de España para practicar este deporte, como San Roque o Sotogrande, en dirección a Málaga, o La Dehesa de Montenmedio, en sentido Cádiz.

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