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NOVELISTA. Ian Gibson ha publicado 'Viento del Sur', obra con tintes autobiográficos. / JOSELE-LANZA
Ian Gibson: «Me alegró que la Alhambra no ganara ese concurso ridículo»
VIVIR EL VERANO. LA ENTREVISTA

Ian Gibson: «Me alegró que la Alhambra no ganara ese concurso ridículo»

Ensayista y escritor Nació en 1939 en Dublín, pero se le incluye en la lista de insignes hispanistas británicos Obtuvo la nacionalidad española en 1984, y habla de los españoles en primera persona Aunque enamorado de Andalucía, vive en Madrid

ENTREVISTA DE H. BARBOTTA

Miércoles, 25 de julio 2007, 20:00

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Tras décadas como uno de los más prestigiosos hispanistas del siglo, Gibson hizo una incursión en la novela de la mano de 'Viento del Sur' (Ed. Almuzara, 2007), cuya reedición presentó en la Fnac de Marbella la semana pasada. Su protagonista es John Hill, un británico estudioso de España que vive en este país y que recuerda una infancia atormentada por el puritanismo de sus padres. Demasiadas coincidencias

¿Los fantasmas de John Hill son los suyos?

Sí. Toda su infancia es mi infancia. Aunque escribiendo siempre añades y cambias cosas, pero fundamentalmente así transcurrió mi infancia en una familia puritana. Lo que yo no quería hacer era escribir en inglés, por eso está escrito en castellano, para lectores españoles. No podría haberlo hecho en inglés, porque vive gente todavía, y hubiese sido muy comprometido, y muy duro para mis hermanos. Escribiéndolo en español pude distanciarme más.

Hay un momento de la novela, cuando John Hill llega a España, en el que dice encontrarse con un país que es para sí mismo un problema. ¿Esa es su opinión también?

Claro que es mi opinión. Es un hecho, aunque es algo que se va modificando. A mí me han preguntado muchas veces cómo es posible que seamos tan fascinantes para los extranjeros y cada día haya un problema de identidad. Este país ha estado aislado de Europa durante mucho tiempo, y se ha preguntado y se pregunta cómo es posible que habiendo sido el imperio más grande del mundo hayamos perdido todo, quiénes somos, qué va a pasar. Ahora estamos en un buen momento, pero cuando yo empecé a estudiar la cultura, lo hice con la generación del 98, que se planteaba esas preguntas. Los franceses, por ejemplo, no se están preguntando cada día quiénes son. Este país es mucho más complejo, con muchas capas de amnesia.

¿Estamos al borde de otra guerra civil, como se escucha por ahí?

Eso es el PP. Me parece infame lo que están haciendo. Infame y patético. Yo viajo mucho por este país, hablo con mucha gente cada semana, y no noto esa crispación. La realidad es que los españoles jamás han vivido mejor que ahora, jamás. Estamos en Europa, y digo estamos, porque yo tengo la nacionalidad española; los chicos viajan a Inglaterra y a Irlanda a aprender inglés, han perdido el complejo de inferioridad; España está trabajando en Europa y en el mundo, de modo que ¿dónde está el problema? Está el problema de ETA, que se podría resolver más deprisa si la oposición colaborara. La Iglesia Católica y sus jerarcas siguen actuando como si no hubiera cambiado nada. Lo que ha cambiado es que la gente no va a escucharles masivamente los domingos por la mañana, pero eso es un problema para ellos, como para los obispos irlandeses.

¿Se puede sacar algo en España de la experiencia de Irlanda y su proceso de paz?

Sí, sí, claro, aunque la situación no es la misma. Pero lo que se puede sacar de allí es que es importante hablar con el criminal, con el asesino, con el terrorista. Es importante hablar. Si no hablamos, estamos traicionando la cultura, y también el mensaje cristiano. Yo creo en el diálogo, y también en la policía. Lo que se puede sacar de Irlanda es la pericia policial y el diálogo. El diálogo es la gran herencia de la humanidad, viene de Grecia.

Minoría acomodada

Usted vive aquí, se ha nacionalizado español, es un enamorado de la cocina mediterránea..., ¿se sigue considerando un hispanista irlandés?

No. Nunca he pertenecido a casi nada. Mi patria es la literatura. Nací en Dublín, pero podría haberlo hecho en cualquier otro lado. Nací en una minoría dentro de otra minoría, y eso es una de las claves de mi personalidad. Yo era de la minoría protestante, pero ni eso, porque la minoría protestante en Irlanda es la anglicana, y nosotros éramos metodistas, una pequeña secta. De niño me producía una gran inquietud no ser del todo irlandés, de modo que yo sé lo que es pertenecer a una minoría, aunque acomodada.

¿De qué forma marca la personalidad haber crecido perteneciendo a una minoría?

En mi caso ha sido muy beneficioso. Me ha dado una visión múltiple de Europa y de lo que puede ser la vida. Siempre me he sentido europeo. Si yo tuviese que elegir un héroe literario, y no sólo literario, sino también humano, Joyce sería mi elección. Rompió con Irlanda, escribió 'Ulises', el tema del judío errante que pertenece a una minoría, que viaja, que busca, que inquiere. Ese soy yo también. Cuando decidí venir a Europa, más que por Gerald Brenan, que también me influyó después, fue porque había leído 'Ulises'. La literatura puede influir en tu vida; un encuentro con un libro te puede cambiar la vida.

A usted le sedujo la España de Lorca, de Dalí, de Buñuel...

Eso vino después. No ocurrió de la noche a la mañana. Son muchas décadas de mi vida, son 68 años. No me di cuenta, porque he dedicado diez años de mi vida a hacer un libro sobre Dalí. Trabajo con fervor y no me doy cuenta del tiempo que pasa, y un día amanece y ves que han pasado diez años.

¿Qué opina de la España de Nadal y Fernando Alonso?

Hay una frase que a mí me llamaba la atención durante la época de Felipe (González), que era «quemas etapas». Ya no oigo esa frase, porque se han quemado muchas etapas, y todo ha ocurrido muy deprisa. Hay cosas negativas, porque se ha desembocado en una sociedad de consumo, hay televisión basura. A mí lo que menos me gusta de la España actual es 'Corazón, corazón'. Poner eso en la cadena pública antes de las noticias es pura basura. La idea del dinero fácil y la gente guapa ha calado profundamente. Pero Nadal y Alonso son consecuencia de eso de quemar etapas. España, que tiene un potencial tremendo, está haciendo grandes cosas en política, en cultura y también en deporte. Eso es muy positivo. Del otro lado viene el consumo. Nadal gana un partido, y dos segundos después está en los anuncios.

«Momento delicado»

Usted suele decir que le asusta la ignorancia de los jóvenes sobre su propia historia.

Eso es un peligro, porque hablo con muchos profesores que me cuentan que en un clase de instituto con 27 personas sólo hay ocho que quieren aprender y profundizar. Es muy difícil enseñar. También tienes una oposición que dice que estudiar el inmediato pasado es guerracivilismo, de modo que es un momento delicado. No hay crispación, pero sí el peligro de que los jóvenes no sepan. Pero de otro lado, también hay jóvenes que me preguntan a mí dónde estuvo su abuelo en la guerra. Y hay también hay jóvenes que compran libros. De modo que no sé exactamente qué está pasando. Hay una mezcla de sociedad de consumo y cosas positivas.

¿Hacia dónde vamos?

Quiero creer que hacia la normalización de una situación que no ha sido normal en mucho tiempo. España es un país con un inmenso potencial. Si superamos el momento actual y tenemos algún día una derecha pensante, tolerante y madura, todo es posible en este país. Hay algo que me llama la atención, que es la falta de conocimiento, no sólo de la Segunda República, sino también de la primera, ya que nadie habla de las cortes de Cádiz, de la tradición liberal del siglo XIX, y tampoco se habla del Medioevo, no se enseña árabe. Lo musulmán es parte del alma española, hay más de 4.000 palabras árabes en nuestra lengua. ¿Cuál es el problema? No hay ningún problema, pero la derecha no lo ve así. Yo creo que es una herencia fantástica que hay que recuperar, no sólo la memoria de la Primera República y la Segunda República, sino la memoria de siempre. Este es un país de mucha mezcla y de una historia oficial a mi juicio incorrecta. No sólo sirve lo católico. No puede ser. Mil años son mil años

Ya que nombra la herencia musulmana, ¿qué le parece que la Alhambra de Granada no haya sido elegida en la pasada votación internacional una de las siete maravillas del mundo moderno?

Me parece una maravilla, y me alegró mucho que no ganara esa ridícula carrera de maravillas del mundo, porque eso supondría aún más millones de personas tocando las columnas. La Alhambra es una de las grandes maravillas del mundo, pero a mí no me gustó la cosa chabacana del concurso. Yo me negué a ir a Granada a apoyar esto. Era una cosa ridícula.

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