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CICLISMO

Boonen vuelve a dejar a Óscar Freire con la miel en los labios

El español, segundo, abandona el Tour por culpa del forúnculo que sufre

J. GÓMEZ PEÑA

Miércoles, 25 de julio 2007, 12:12

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Semur es una ciudad con memoria. Basta mirarla. Medieval. Casi intacta. Tiene una leyenda: la fundó Hércules, de vuelta desde España. Camino de completar los doce trabajos que le encargaron para ser dios. La etapa de ayer, la última antes de que los Alpes visiten hoy el Tour, salió de Semur. Por un perfil trazado a la medida de Hércules. Talla de desafío. Y hubo varios colosos: Wiggins, el que retó a un mar de viento, el que primero escapó y último llegó. Vinokourov y Kloden -los líderes caídos el jueves-, que en la etapa más llana tuvieron que subir por las heridas impresas en cada una de sus bisagras. Y Boonen, el coloso trompicado, el poderoso belga que, a bandazos, tapó en la meta a Freire. El cántabro, que molido por un forúnculo ya no seguirá en el Tour, reclamó. «Boonen ha hecho varias 'eses'». Esprint a latigazos. Embarullado, sucio. Para un ciclón. Un Hércules: a Boonen se le había estropeado el cambio, anclado en la multiplicación más dura.

De Semur se parte en bajada, por un empedrado. Los dorsales apiñados del Astana hacían de cofradía para Vinokourov, con treinta puntos de sutura barajados por las rodillas, y para Kloden, tieso sobre el sillín, notando la aguja de cada pavés sobre su coxis fisurado. Ojos acerados, fieros, de Vinokourov. Mueca doliente de Kloden. Les costó pasar del frío al calor. El pulso les latía en las heridas, legado de la trinchera de Autun. Al final, a ocho kilómetros de la meta, Vinokourov se fijó en la cámara de televisión. Elevó el pulgar derecho y se lo pasó por el cuello. Sangría. Decapitado. Con el dolor hasta la garganta. Hoy le volverán a preguntar los Alpes. Su Tour sigue en suspenso. Por delante les espera un trabajo para Hércules. Misión casi imposible.

Tras una etapa amortiguada por el viento enemigo, llegó la batalla. El esprint. Estaba la camada al completo: Zabel, Napolitano, Benatti, Forster,Hunter, Ventoso... Y Freire. Con la única compañía de su forúnculo, vivo, agujereándole el sillín. En medio del zig zag, surgió Boonen. Pedaleando con los brazos, con la chepa. Tosco. Tras él, agazapado, Benatti se diluía. Y justo detrás, el cántabro, que sabía que era su última etapa, su despedida. Nadie fue más veloz en los últimos 100 metros, pero no le valió para alcanzar a Boonen, que cabeceaba. El belga, a escorzos, apartaba rivales. Rozaba la ilegalidad. Él se justificó así: una rueda ajena le había inutilizado el cambio. Iba encallado en el piñón pequeño, el 11, el que estruja. El que hubiera utilizado Hércules.

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